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sábado, 26 de marzo de 2016

Daniel 3 - Significado profetico , la Estatua de Oro, los jovenes y el edicto de muerte

La estatua de oro

“El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de sesenta codos, y su anchura de seis codos; la levantó en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia.” Dan. 3:1.

La estatua de oroNabucodonosor levantó su estatua a propósito en el amplio campo de Dura. Hizo algo parecido a lo que Nimrod había hecho al levantar la torre de Babel en las llanuras de Sinar. Gén. 10:8-12; 11:2. El propósito era que todo el mundo la pueda ver con facilidad desde la distancia.

La estatua era enorme para su época. Tenía 27 metros de alto y 2.7 metros de ancho. Esta estatua era visible desde varios kilómetros de distancia. Y los rayos del sol resplandecían y brillaban sobre su superficie dorada. Con seguridad era motivo de conversación durante meses.

En las dimensiones de la estatua y las circunstancias relacionadas a su dedicación, encontramos otro indicio del origen del misterioso número 666. Su alto era 60 y su ancho 6. Hasta ahí ya tenemos 66; y para su dedicación se utilizaron 6 instrumentos diferentes, completando el 666. Dan. 3:5.

El número 6 correspondía al sistema sexagesimal de Babilonia y fue considerado sagrado. El número 6 es simbólicamente el número de lo humano en contraste con el número 7, que es el número simbólico de la medida perfecta y santa*, como demuestran muchos ejemplos bíblicos, sobre todo apocalípticos (7 iglesias, 7 estrellas, 7 truenos, 7 plagas, 7 candeleros, 7 sellos, 7 trompetas, 7 ángeles, 7 cabezas, 7 montes, 7 reyes, 7 copas, 7 ojos, 7 espíritus, etc.). Ap. 1:20; 5:1, 6; 8:6; 10:3; 12:3; 15:1; 16:1; 17:9, 10.

*“El Antiguo Testamento. Traducción directa de los textos primitivos: Daniel.” Autor: Juan Strabinger, (Buenos Aires: Ediciones Descleé de Brouwer, 1951), 1121, n. 1.

Nabucodonosor había recibido un sueño y una revelación acerca del futuro, como vimos en el tema anterior. En ese sueño Nabucodonosor y su reino de Babilonia, eran tan solo la cabeza de oro de la estatua. Con seguridad el rey estaba satisfecho de ser la cabeza de la estatua, representada con el metal más valioso. Pero no le agradó ser sucedido por otro reino. Dan. 2:39. Así que levantó una estatua de puro oro, representando lo contrario a lo que Dios le había revelado acerca del futuro:

¡La dorada Babilonia es eterna, nunca caerá y reinará por siempre!

La falsa profecía de Babilonia

De esta manera Nabucodonosor estableció una falsa profecía, convirtiéndose en un falso profeta. Y ya que él representaba a Babilonia, siendo la cabeza de su reino, Babilonia como tal se convirtió en un “falso profeta”. Nabucodonosor deseaba que los habitantes de su reino acepten esa su propia versión acerca del futuro, opuesta a la que Dios le había revelado tan sobrenaturalmente, en el capítulo anterior.

Nabucodonosor convocó a todos los administradores y funcionarios de su gobierno a la dedicación de su estatua. Se trataba de los sátrapas, magistrados, capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces y gobernantes de las diferentes provincias. Nabucodonosor deseaba que todos ellos se postren y adoren la estatua que él había levantado. Nabucodonosor deseaba de esta manera reafirmar la adhesión de su clase gobernante. El plan de Nabucodonosor era que todos ellos acepten su nueva versión profética acerca del futuro, y rechacen el sueño y la interpretación acerca de la secuencia de los reinos y la venida del reino eterno de Dios, que habían conocido y aceptado en el capítulo anterior. Con seguridad el rey exigía que estos sus representantes y dirigentes regresen luego a sus provincias y transmitan la nueva versión profética, contraria a la de Dios, a sus bases, para que toda la población de Babilonia la acepte y crea en ella. Dan. 3:2, 3.
  • ¡Nabucodonosor estaba en abierta rebelión a la Palabra y profecía de Dios y quería implantar la adoración babilónica, contraria a la verdadera, sobre todos los moradores de la tierra!

La imposición dictatorial

El pregonero del rey anunciaba: “Mándese a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado.” Dan. 3:4, 5.
  • Pero no se trataba de una invitación voluntaria a postrarse y adorar la estatua. Era una reunión de adoración forzada.
Pues el pregonero de Nabucodonosor amenazó diciendo que “cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiente”. Dan. 3:6.
La música jugaba un rol importante en esta falsa adoración idólatra. A la vez, los habitantes de Babilonia fueron influenciados con preciosa música, majestuosa e imponente que manipulaba sus sentimientos y emociones conduciéndolos a la falsa adoración, y al mismo tiempo, la amenaza de muerte, por no postrarse y adorar la estatua, resonaba claramente en sus mentes.
  • El placer y el dolor han sido siempre los motivos más poderosos para forzar a los hombres en cualquier dirección. Y Babilonia utilizaba estas motivaciones manipulativas magistralmente.
Nabucodonosor tenía un éxito tremendo con su plan babilónico cuando vio que “todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro” que él había levantado. Dan. 3:7.

Nabucodonosor era muy religioso. Toda Babilonia era sumamente religiosa. Pero era una religión pagana con decenas de templos para una multitud de diferentes divinidades y dioses que fueron adoradas mediante imágenes y estatuas. Nabucodonosor no solo era jefe político sino también líder religioso de Babilonia. En él se unían el Estado y la Iglesia. Es por eso que tuvo el poder de dictar esta ley religioso, imponiendo una creencia sobre las conciencias de sus súbditos.

Un gran reto

Para los hebreos era un gran reto vivir en Babilonia entre tanto paganismo. Pues ellos solo adoraban a un Dios, y no mediante imágenes ni estatuas, como lo había ordenado Dios en los 10 mandamientos:

“No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy el Señor tu Dios…” Éxodo 20:4, 5.

Recordemos las consecuencias de la desobediencia. Dios instruyó claramente diciendo:

“Si no oyeres la voz del Señor tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos… vendrán sobre ti todas estas maldades, y te alcanzarán… El Señor te llevará a ti, y al rey que hubieres puesto sobre ti, a nación que no conociste ni tú ni tus padres; y allá servirás a dioses ajenos, al palo y a la piedra.” Deut. 28:15, 36.

Esto es justamente lo que ocurrió con los hebreos a causa de su rebelión e infidelidad con Dios como vimos en temas anteriores. Ahora se encontraban en Babilonia frente a estas situaciones tan difíciles.
Adoración de la estatua 
Entre los administradores del gobierno de Nabucodonosor había algunos hebreos, que contaban entre los “sabios” de Babilonia. Conocemos solamente a Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-nego (recuerde el capítulo 2 de Daniel). Pero probablemente había varios otros hebreos en funciones administrativas.

Cuando todo el mundo se postró para adorar a la estatua, el rey Nabucodonosor estaba feliz. Pensaba haber logrado su propósito. Pero entonces escuchó noticias acerca de tres varones judíos que no habían participado en la adoración de la estatua, que le llenaron de ira y enojo. Dan. 3:12.

La Biblia cuenta quealgunos varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los judíos…”ante Nabucodonosor. Dan. 3:8-12.

Posiblemente se trataba aquí de algunos de los “sabios” que no pudieron explicar al rey Nabucodonosor el sueño profético que había tenido en el capítulo anterior. Dan. 2:2. Habían sido humillados en aquella ocasión, al ser descubiertos como engañadores. Y ahora seguían con resentimientos por aquel fracaso, buscando una oportunidad para vengarse y deshacerse de sus “competidores” que envidiaban. Hay que recordar que fueron salvados por sus colegas hebreos en aquella ocasión. Aún así se muestran terriblemente ingratos. ¡Cuán vengativa es la envidia! Para más detalles recuerde el capítulo 2 de Daniel, que analizamos en el tema anterior.
  • Fueron solo tres varones judíos que no participaron en la idolatría. Es una lástima que los que tienen la verdad religiosa siempre sean la minoría frente a los que sostienen lo falso y espurio.

Ante el rey

Tres varones judíos ante el rey
Las “acusaciones maliciosas” eran fuertes. Se les acusó prácticamente de deslealtad y traición por no adorar a los dioses de Babilonia. Los acusadores recordaron al rey que él mismo los había puesto sobre los negocios de la provincia de Babilonia. Y a pesar de ello no hacían caso al mandato del rey. Dieron a entender que los hebreos son unos ingratos que desprecian al rey y su autoridad. Además los acusadores manipularon el ego y orgullo de Nabucodonosor llevando el asunto a un nivel personal diciendo: “No te han respetado; no adoran tus dioses, no adoran la estatua de oro que tú has levantado.” Dan. 3:12.

Vale la pena preguntar: ¿Por qué los tres amigos hebreos estaban ahí presentes en la dedicación de la estatua, sabiendo que no pueden adorar imágenes, estatuas ni ídolos?

¡Los hijos de Dios pueden cumplir los requerimientos del rey, o de cualquier autoridad humana, hasta donde fuera posible sin comprometer sus principios religiosos!
  • El rey exigió estar presentes. Esto era algo que si podían cumplir.
  • El rey exigió adorar la estatua: Esto era algo que no podían cumplir.
El creyente debe sujetarse a las leyes que exige su país. Pero cuando esas leyes se oponen a las leyes de Dios, nuestra lealtad está obviamente con nuestro Creador. Tal como lo expresaron Pedro y los apóstoles, diciendo: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.” Hechos 5:29.

¿Y dónde estaba Daniel en esta historia? No lo sabemos con exactitud. Pero hay varias posibilidades. Pudo estar enfermo o de viaje. Posiblemente también recibió un permiso especial de Nabucodonosor para no tener que estar presente en la dedicación de la estatua. Posiblemente el rey se quería evitar un mal momento, conociendo la integridad y lealtad de Daniel hacia su Dios. Recuerde que fue Daniel el que le explicó el sueño y su interpretación correcta en el capítulo anterior. Daniel nunca aceptaría esa estatua con su falsa religión y profecía. Además sabemos que Daniel seguía siendo tan leal hacia Dios como siempre, gracias a la historia del foso de los leones en un capítulo posterior a este. Vea Dan. 6.

El decreto de muerte

Nabucodonosor hizo traer a Sadrac, Mesac y Abed-nego ante su presencia con ira y enojo. Al instante fueron traídos ante el rey quien les ofreció una segunda oportunidad. Esto demuestra su alto grado de tolerancia, pues a otros reyes de su época hubiese bastado tal grado de desobediencia intencional y deliberada, para sellar su muerte de inmediato. Pero la amenaza de Nabucodonosor era clara y directa diciendo que si no adoran la estatua al escuchar la música “en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiente; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?” Dan. 3:13-15.

Al decir: “¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?” expresó algo parecido a que una vez dijo el Faraón de Egipto a Moisés negando al verdadero Dios, diciendo: “¿Quién es el Señor, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco al Señor, ni tampoco dejaré ir a Israel”. Éx. 5:2.

Pero los tres jóvenes respondieron valientemente al rey Nabucodonosor, diciendo: “No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.” Dan. 3:16-18.

Que frustración debe haber sentido el rey. Les había adecuado durante tres años en su “Universidad babilónica”, les había cambiado sus nombres; pero no pudo cambiar su corazón ni su mente, pues la opinión y postura de los hebreos, y su lealtad hacia Dios, era innegociable. Dan. 1:4, 5, 7.

Estos jóvenes judíos habían tomado su decisión. Eran hombres de palabra y convicción. Para ellos un “Sí” era un “Sí” y un “No” era un “No.
  • Nabucodonosor, el hombre más poderoso de su época, el hombre que dominaba el mundo, no pudo dominar a estos tres jóvenes, ni su propio espíritu.
El horno de fuego
Embriagado por el poder ilimitado, Nabucodonosor no podía soportar la desobediencia y la contradicción, se llenó de una ira irracional y perdió su cordura. Entonces decidió enviarlos a la muerte cruel en el fuego. “Ordenó que el horno se calentase siete veces más de lo acostumbrado.” Dan. 3:19. Era tanto el calor que los verdugos, hombres muy vigorosos del ejército babilónico, murieron por el fuego al cumplir su tarea de arrojar a los hebreos al horno ardiendo. Dan. 3:19-22.


El horno de fuego

Ahora estaba en juego la reputación de Dios, pues los tres amigos habían dicho: Nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey…” Dan. 3:17.

¿Qué ganó el rey con su furia al ordenar calentar el horno 7 veces más de lo acostumbrado? En vez de provocar una muerte más terrible, que aparentemente era su intención, estaba provocando en su irracionalidad lo contrario. Es decir una muerte más rápida, como muestra el hecho que los verdugos murieron al solo acercarse demasiado al horno.
  • ¡Pero se ganó mucho por causa de la verdad! Pues cuanto más intenso y caliente era el fuego, más impresionante era el milagro, que estaba a punto de suceder.
“Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo.” Dan. 3:23.
Nabucodonosor deseaba que los tres judíos experimenten el tormento de la hoguera. Este terrible instrumento inquisitorial de tortura y muerte, era un invento de Babilonia para amenazar, castigar y eliminar a los “herejes”; a los disidentes de la fe universal babilónica; a los que no querían aceptar la falsa adoración exigida. Otros judíos ya fueron asados al fuego por el rey de Babilonia. Vea Jer. 29:22. Hay evidencias arqueológicas (documentos cuneiformes) que demuestran que este bárbaro método de ejecución ya se aplicaba 1200 años antes del evento escalofriante en el campo de Dura. Ver John B. Alexander, “New Light on the Fiery Furnace”, JBL 69 (1950) pág. 375, 376.

La liberación milagrosa¡Cuán diferente es la verdadera adoración! Dios no fuerza ni obliga. El nos invita a un servicio de adoración libre, voluntario e inteligente. Vea: Salmos 100:1, 2; Ap. 22:17.

La liberación milagrosa

El rey Nabucodonosor se espantó y dijo: “¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey. Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses.” Dan. 3:24, 25.

¡Todo el mundo se olvidó de la adoración de la estatua!

La atención completa estaba sobre el milagro que estaba ocurriendo ante sus ojos. El fuego estaba bajo el dominio de un ser sobrenatural, pues no tocó a los jóvenes, sino tan solo consumió las cuerdas con los que habían estado atados.

El rey describe al cuarto como “semejante a hijo de los dioses”.

Y estaba bastante acertado, pues era el hijo de Dios, Jesucristo, que vino a salvar y vindicar sus seguidores leales, que habían permanecidos firmes contra la idolatría.

Nabucodonosor no podía dudar no negar lo que estaba ocurriendo. Solo le quedó reconocer nuevamente al verdadero Dios diciendo y confesando: “Siervos del Dios Altísimo”… “Bendito sea el Dios de ellos”… “No hay Dios que pueda librar como éste”. Dan. 3:26, 28, 29.

A continuación Nabucodonosor les invitó a salir nuevamente del horno de fuego y venir ante su presencia. Curiosamente los tres amigos estaban tan felices en la presencia del Cuarto en el horno de fuego, que recién salieron cuando el rey se los pidió. Además fue el rey que había ordenado que entren al horno de fuego y al rey le tocaba invitarlos nuevamente a salir del mismo.

En la presencia del “cuarto”

No importa si también nosotros estamos en el fuego de la persecución. Lo que sí importa es que estemos con Cristo y él con nosotros. También en nuestras pruebas, aflicciones y tribulaciones, ¡si nos acompaña “el cuarto”, nos basta!

Dios promete a sus hijos fieles: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.” Is. 43:2.

Además: “El ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los defiende.” Sal. 34:7.

En la presencia del cuarto personajeJesucristo nos dice: No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación… Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.” Ap. 2:10.

Esta era la fe de esos muchachos fieles y valientes. Ellos confiaban en la resurrección y la vida eterna en aquel reino eterno y divino que Dios había prometido en el sueño profético del capítulo anterior.





Un nuevo decreto de muerte

En aquella época cada nación tenía sus dioses. La victoria sobre una nación era considerada que los dioses de la nación derrotada no tuvieron el poder para salvarla. Ya que los hebreos habían sido conquistados por los babilónicos, ellos hablaron despectivamente del Dios de los judíos, blasfemando. Ahora finalmente Nabucodonosor reconoce que no era su éxito sobre los judíos, sino que fue por sus pecados que Dios permitió que fuesen subyugados por Babilonia. El rey reconoció que Dios los había entregado en sus manos, y no porque a Dios le faltase poder. Vea Dan. 1:2; 2 Cro. 36:14-17. Así que Nabucodonosor prohibió hablar mal del Dios de los israelitas.

“Por lo tanto, decreto que todo pueblo, nación o lengua que dijere blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, sea descuartizado, y su casa convertida en muladar.” Dan. 3:29.

Reconocer al Dios verdadero no dio a Nabucodonosor el derecho civil ni moral de imponer nuevamente una amenaza de muerte. Pues recuerde que Dios nunca fuerza la conciencia. Pero este era el carácter emotivo del rey de Babilonia que cayó de un extremo al otro.

Dios puede librarnos

Recuerde que los tres jóvenes respondieron valientemente al rey Nabucodonosor, diciendo: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.” Dan. 3:17-18. Ellos obviamente no querían morir. Pero prefirieron morir antes de pecar y traicionar a su Creador amante.

Los hijos de Dios sabemos que Dios puede librarnos milagrosamente, pero no lo hace siempre, ni lo tiene que hacer obligatoriamente. Es su decisión divina y providencial. Pero sabemos con seguridad que ¡Dios está siempre con nosotros, “todos los días, hasta el fin del mundo”! Mat. 28:20.

Sadrac, Mesac y Abed-nego cayeron dentro del horno de fuego sin saber si iban a morir o sobrevivir milagrosamente. Lo que sí sabían es que iban a ser leales y obedientes a Dios hasta la muerte.

Con seguridad recordaron a sus antepasados que fueron librados milagrosamente de la mano de Faraón, cuando Dios intervino, derramando las 10 famosas plagas sobre Egipto, abriendo el mar y destruyendo al ejército enemigo. Éx. 5-14. Seguramente recordaron también la liberación milagrosa de Jerusalén de la mano de los asirios. Is. 37. Pero también recordaron al fiel profeta Urías que denunciaba los crímenes del impío rey Joacim y Dios permitió que sea ejecutado. Jer. 26:20-23.

Recordemos al Señor Jesús en el monte Getsemaní. Como hombre tampoco quería morir. Nadie quiere morir. Así que oro y puso la decisión en las manos de su Padre, diciendo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.” Mat. 26:39.

La respuesta fue su muerte en la cruz del Calvario por amor hacia la humanidad, para abrirnos el camino del arrepentimiento y del perdón de nuestros pecados. Dios es el omnisapiente. Es por eso que a veces permite, ya sea la muerte o la salvación milagrosa de sus hijos, para dar un testimonio especial.

Desmond Doss

Deseo dar un ejemplo de que estas salvaciones milagrosas no solo ocurrieron hace 2.600 años atrás en el horno de fuego de Babilonia, sino que siguen ocurriendo hasta hoy en día.

Desmond Doss era un cristiano que guardó los 10 mandamientos de Dios y reposaba en su santo día de reposo, orando y estudiando la Palabra de Dios. En la segunda guerra mundial se alistó en las filas de los americanos como enfermero (camillero) para ayudar a los heridos en la lucha contra la tiranía. El podía ir a la guerra para salvar a los heridos pero sin arma porque nunca mataría a un hombre. Cuando se arrodilló para orar antes de dormir, sus compañeros le arrojaron sus duras botas, burlándose de su fe. Fue llevado con su unidad a la isla japonesa de Okinawa. El 5 de mayo de 1945 tuvieron que realizar una ofensiva para tomar una colina estratégica en esa isla. De su unidad solo quedaban 200 hombres y él era el único camillero con vida. Los japoneses hicieron su contraataque deseando tomar el mismo lugar clave y se instalaron antes que los americanos. Cuando Desmond Doss llegó con su unidad hubo un enfrentamiento terrible y salvaje. En pocos minutos sufrieron unas cien bajas, y los 55 hombres que todavía estaban en condiciones de moverse descendieron para ponerse a cubierto. Solo Doss permanecía en su puesto. Comenzó a buscar y rescatar a los heridos. En forma casi increíble ayudó a 75 hombres a encontrar refugio ese día. Tardó varias horas en las cuales se encontró en medio del fuego cruzado de rifles, ametralladoras, morteros y salvas de artillería.
Un batallón enemigo, compuesto por centenares de hombres, trató durante horas es día de dar muerte a un solo ferviente cristiano, y no lograron ni siquiera herirlo.

Doss atribuye esta maravillosa salvación a la promesa de Dios que encontramos en Salmos 91:1, 2:

Desmond Doss“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo al Señor mi Dios: Esperanza mía, y castillo mío. Mi Dios, en quién confiaré.”

Desmond Doss era el único cristiano no combatiente de la Segunda Guerra Mundial que haya recibido la Medalla de Honor del Congreso, la más alta condecoración militar conferida por los Estados Unidos.

Solo días después, en un ataque sorpresivo nocturno, Doss fue gravemente herido en ambas piernas por una granada de mano. Sufrió por años. Desmond Doss sabe perfectamente cuál es el significado del “y si no lo hace” de las Escrituras. También sabe que Dios todavía puede librar a los que confían en él. “El Misterio del futuro revelado” Autor: Mervyn Maxwell, Editorial ACDS, Pág. 54-56. http://en.wikipedia.org/wiki/Desmond_Doss

En Daniel capítulo II, el rey Nabucodonosor reconoció al Dios de los cielos revelador de los misterios y rey de reyes. En Daniel capítulo III, el rey Nabucodonosor reconoció al Dios de los cielos como el liberador supremo y el todopoderoso.

En el capítulo anterior, cuando Nabucodonosor había reconocido al verdadero Dios por primera vez, “Daniel solicitó del rey, y obtuvo que pusiera sobre los negocios de la provincia de Babilonia a Sadrac, Mesac y Abed-nego.” Dan. 2:49. Ahora que Nabucodonosor reconoció al verdadero Dios por segunda vez fue el mismo que “engrandeció a Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia,” ratificándolos en su posición. Dan. 3:30. Que maravillosa es la historia.

Con seguridad muchos de los administradores de las diferentes provincias de Babilonia que habían estado presentes, siendo testigos oculares de aquellos eventos impresionantes, volvieron a sus provincias contando lo que había ocurrido.

De esta manera, gracias a tres fieles hijos de Dios, la verdad acerca del verdadero Dios pudo llegar al rey de Babilonia, a los administradores de su gobierno y finalmente a toda Babilonia.

Fuente : navegando del pasado al futuro pagina web
 

viernes, 4 de marzo de 2016

El Infierno tormento eterno o castigo definitivo?


El infierno es una doctrina bíblica, pero ¿qué clase de infierno? ¿Un lugar donde los pecadores impenitentes arden para siempre y sufren dolor conscientemente en un fuego que nunca termina? ¿O un juicio penal mediante el cual Dios aniquila a los pecadores y el pecado para siempre?
Tradicionalmente, a lo largo de los siglos, las iglesias y los predicadores han enseñado categóricamente la idea de que el infierno es un tormento eterno. Pero en tiempos recientes, raramente oímos los viejos sermones de “fuego y azufre”, aun por parte de predicadores fundamentalistas, los que teóricamente todavía podrían estar comprometidos con dicha creencia. Su reticencia en predicar sobre el tormento eterno muy probablemente no se debe a la falta de integridad en proclamar una verdad impopular, sino a su aversión a predicar una doctrina que encuentran difícil de creer. Después de todo, ¿cómo es posible que el Dios que tanto amó al mundo que envió a su Hijo unigénito para salvar a los pecadores pueda también ser un Dios que tortura a la gente (aun al peor de los pecadores) para siempre, por el tiempo sin fin? ¿Cómo puede Dios ser un Dios de amor y justicia y sin embargo atormentar a los pecadores para siempre en un infierno ardiente?

Esta paradoja inaceptable ha inducido a eruditos bíblicos de todas las denominaciones a reexaminar las enseñanzas bíblicas referentes al infierno y el castigo final.1 

He aquí la cuestión fundamental: ¿El fuego del infierno atormenta a los perdidos eternamente o los consume en forma permanente? Las respuestas a esta pregunta varían. Dos interpretaciones recientes destinadas a hacer más humano el infierno merecen una breve mención. 

Puntos de vista alternativos sobre el infierno 

Una perspectiva metafórica del infierno. La interpretación metafórica sostiene que el infierno es un tormento eterno, pero que el sufrimiento es más mental que físico. El fuego no es literal sino figurado, y el dolor es causado más por un sentido de separación de Dios que por tormentos físicos.2 

Billy Graham expresa este punto de vista metafórico cuando dice: “A menudo me he preguntado si el infierno no es un terrible ardor dentro de nuestros corazones en busca de Dios, para tener compañerismo con Dios, un fuego que nunca podemos extinguir”.3 La interpretación de Graham es ingeniosa, por no decir otra cosa. Desafortunadamente, ignora el hecho de que la descripción bíblica del “ardor” no se refiere a un ardor dentro del corazón, sino a un lugar donde los malvados son consumidos. 

William Crockett también arguye en favor de la interpretación metafórica: “El infierno, entonces, no debiera ser descrito como un infierno vomitando fuego como el horno ardiente de Nabucodonosor. Lo más que podemos decir es que los rebeldes serán expulsados de la presencia de Dios, sin ninguna esperanza de restauración. Como Adán y Eva serán echados, pero esta vez a la ‘noche eterna’, donde el gozo y la esperanza se han perdido para siempre”.4 

El problema con esta imagen del infierno es que meramente desea reemplazar el tormento físico con la angustia mental. Algunos pueden cuestionar si la angustia mental eterna es realmente más humana que el tormento físico. Aun si eso fuera cierto, la reducción del cociente de dolor en un infierno no literal no cambia sustancialmente la naturaleza del infierno, puesto que éste todavía continúa siendo un lugar de tormento sin fin. 

La solución ha de encontrarse no en una humanización o saneamiento del concepto tradicional del infierno, de suerte que finalmente pueda ser un lugar más tolerable donde los malvados pasen la eternidad, sino en una comprensión de la verdadera naturaleza del castigo final, el cual, como veremos, es una aniquilación permanente y no un tormento eterno. 

Una perspectiva universalista del infierno. Una segunda revisión del infierno, más radical, ha sido intentada por los universalistas, quienes reducen el infierno a una condición temporaria de castigos escalonados que finalmente conducen al cielo. Los universalistas creen que finalmente Dios triunfará en su propósito de conducir a todo ser humano a la salvación y la vida eterna, de modo que nadie, en realidad, será condenado en el juicio final ya sea al tormento eterno o a la aniquilación.5 

Nadie puede negar el atractivo que el universalismo tiene para la conciencia del cristiano, porque toda persona que ha sentido el amor de Dios anhela ver que él salve a todos. Sin embargo, nuestro aprecio por el interés de los universalistas en promover el triunfo del amor de Dios y en refutar el concepto antibíblico del sufrimiento eterno, no debe cegarnos al hecho de que esta doctrina es una seria distorsión de la enseñanza bíblica. La salvación universal no puede ser una idea correcta meramente porque la del sufrimiento eterno esté equivocada. El alcance universal del propósito redentor de Dios no debe confundirse con el hecho de que aquellos que rechacen su provisión de salvación perecerán.
Si bien tanto el punto de vista metafórico como el universalista representan esfuerzos bien intencionados para atenuar el concepto del sufrimiento eterno, fallan en hacer justicia a la información bíblica y de ese modo, en última instancia, tergiversan la doctrina bíblica del castigo final de los perdidos. La solución sensible a los problemas de la perspectiva tradicional debe encontrarse, no reduciendo o eliminando la cuota de dolor de un infierno literal, sino aceptando el infierno por lo que es: el castigo final y la aniquilación permanente de los malvados. Como dice la Biblia: “El malo no existirá más” (Salmo 37:10)* porque “su fin será la perdición” (Filipenses 3:19). 

El infierno como aniquilación 

La creencia en la aniquilación final de los perdidos se basa en cuatro consideraciones bíblicas principales: (1) la muerte como castigo del pecado; (2) el vocabulario bíblico sobre la destrucción de los malvados; (3) las implicaciones morales del tormento eterno; y (4) las implicaciones cosmológicas del tormento eterno. 

La muerte como castigo del pecado. La aniquilación final de los pecadores impenitentes se indica, primero de todo, por el principio bíblico fundamental de que el castigo final del pecado es la muerte. “El que peque, ése morirá” (Ezequiel 18:4, 20). “Porque la paga del pecado es la muerte” (Romanos 6:23). El castigo del pecado, por supuesto, abarca no sólo la primera muerte, que todos experimentan como un resultado del pecado de Adán, sino también lo que la Biblia llama la segunda muerte (Apocalipsis 20:14; 21:8), que es la muerte final, irreversible, experimentada por los pecadores impenitentes. Esto significa que la paga final del pecado no es el tormento eterno, sino la muerte permanente. 

La Biblia enseña que la muerte es la cesación de la vida. Si no fuera por la certeza de la resurrección, la muerte que experimentamos sería la terminación de nuestra existencia (1 Corintios 15:17, 18). Es la resurrección lo que hace que la muerte, en vez de ser el fin definitivo de la vida, se convierta en un sueño temporario. Pero no hay resurrección a partir de la muerte segunda, porque aquellos que la experimentan son consumidos en “el lago de fuego” (Apocalipsis 20:14). Esa será la aniquilación final. 


El vocabulario bíblico sobre la destrucción de los impíos. La segunda razón apremiante para creer en la aniquilación de los perdidos en ocasión del juicio final es el amplio vocabulario de destrucción usado en la Biblia para describir el fin de los impíos. De acuerdo con Basil Atkinson, el Antiguo Testamento usa más de 25 sustantivos y verbos para describir la destrucción final de los impíos.6 

Varios salmos, por ejemplo, describen la destrucción de los impíos con imágenes dramáticas (Salmos 1:3-6; 2:9-12; 11:1-7; 34:8-22; 58:6-10; 69:22-28; 145:17, 20). En el Salmo 37, por ejemplo, leemos que los malvados “como hierba serán pronto cortados” (vers. 2); “serán exterminados”, “el malo no existirá más” (vers. 9-10); los impíos “se disiparán como humo” (vers. 20), “serán exterminados juntos” (vers. 38). El Salmo 1 contrasta el camino de los justos con el de los malos. Del último se dice que “no se levantarán los malos en el juicio” (vers. 5), que son “como la paja que arrebata el viento” (vers. 4); y que “la senda de los malos perecerá” (vers. 6). En el Salmo 145, David afirma que el Señor “guarda a todos los que lo aman, pero destruirá a todos los impíos” (vers. 20). Esta muestra de referencias bíblicas sobre la destrucción final de los impíos armoniza completamente con la enseñanza del resto de las Escrituras. 

Los profetas frecuentemente anuncian la destrucción final de los impíos en conjunción con el día escatológico del Señor. Isaías proclama que “los rebeldes y pecadores serán destruidos juntos. Y los que dejan al Eterno serán consumidos” (cap. 1:28). Se encuentran descripciones similares en Sofonías (1:15, 17-18) y en Oseas (13:3). 

La última página del Antiguo Testamento hace una descripción contrastante entre el destino de los creyentes y el de los incrédulos. Sobre aquellos que temen al Señor, “nacerá el Sol de Justicia, y en sus alas traerá sanidad” (Malaquías 4:2). Pero a los incrédulos y soberbios, el día del Señor “los abrasará, y no quedará de ellos ni raíz ni rama” (Malaquías 4:1). 

El Nuevo Testamento sigue fielmente al Antiguo en la descripción del fin de los impíos, con palabras e imágenes que denotan total aniquilación. Jesús comparó la completa destrucción de los malos con cosas tales como la cizaña que es atada en manojos para ser quemada (Mateo 13:30, 40); los peces malos que son tirados (Mateo 13:48); las plantas dañinas que son desarraigadas (Mateo 15:13); los árboles infructíferos que son cortados (Lucas 13:7); las ramas que se desechan para ser quemadas (Juan 15:6); los labradores infieles que son destruidos (Lucas 20:16); el siervo malo que será castigado (Mateo 24:51); los antediluvianos que fueron destruidos por el diluvio (Lucas 17:27); los habitantes de Sodoma y Gomorra que fueron destruidos por el fuego (Lucas 17:29); y los siervos rebeldes que fueron degollados al regreso de su amo (Lucas 19:14, 27). 

Todas estas ilustraciones describen gráficamente la destrucción final de los impíos. El contraste entre el destino de los salvados y el de los perdidos es el de la vida en contraste con la destrucción. 

Aquellos que apelan a las referencias de Cristo al infierno o al fuego eterno (gehenna, Mateo 5:22, 29-30; 18:8-9; 23:15, 33; Marcos 9:43-44, 46-48) para apoyar su creencia en el tormento eterno, fallan en reconocer un punto importante. Como lo señala John Stott, “El fuego en sí es calificado como ‘eterno’ y ‘que no se apaga’, pero sería muy raro si lo que es arrojado en él resultara indestructible. Nuestra expectativa sería precisamente lo opuesto: que sería consumido para siempre, no atormentado para siempre. De ahí que es el humo (evidencia de que el fuego ha hecho su obra) lo que ‘sube para siempre jamás’ (Apocalipsis 14:11; ver cap. 19:3).7 La referencia de Cristo a la gehenna no indica que el infierno es un lugar de tormento sin fin. Lo que es eterno o inextinguible no es el castigo sino el fuego, el cual, como en el caso de Sodoma y Gomorra, causa la destrucción completa y permanente de los impíos, una condición que dura para siempre. 

La declaración de Cristo de que los impíos “irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25:46) es considerada generalmente como una prueba del sufrimiento eterno consciente de los malignos. Esta interpretación ignora la diferencia entre castigo eterno y castigando eternamente. La palabra griega aionios (“eterno”) significa literalmente “que dura por los siglos”, y a menudo se refiere a la permanencia del resultado antes que a la continuación de un proceso. Por ejemplo, Judas 7 dice que Sodoma y Gomorra “sufrieron el castigo del fuego eterno [aionios]”. Es evidente que el fuego que destruyó a las dos ciudades fue eterno, no por su duración sino por sus resultados permanentes. 

Otro ejemplo se encuentra en 2 Tesalonicenses 1:9, donde Pablo, hablando de aquellos que rechazan el Evangelio, dice: “Estos serán castigados de eterna destrucción por la presencia del Señor y por la gloria de su poder”. Es evidente que la destrucción de los impíos no puede ser eterna en su duración, porque es difícil imaginar un proceso de destrucción eterno, inconcluso. La destrucción presupone aniquilación. La destrucción de los impíos es eterna, no porque el proceso de destrucción continúe para siempre, sino porque los resultados son permanentes. 

El lenguaje de destrucción es ineludible en el libro de Apocalipsis. Representa allí el método de Dios para vencer la oposición del mal hacia él mismo y a su pueblo. Juan describe con vívidas imágenes el lanzamiento del diablo, la bestia, el falso profeta, la muerte, el sepulcro y los impíos al lago de fuego, que es “la segunda muerte” (Apocalipsis 21:8; ver 20:14; 2:11; 20:6). 

Los judíos frecuentemente usaban la frase “la segunda muerte” para describir la muerte final, irreversible. Pueden encontrarse numerosos ejemplos de ello en el Targum, la traducción aramea e interpretación del Antiguo Testamento. Por ejemplo, el Targum sobre Isaías 65:6 se expresa así: “Su castigo será en la gehenna, donde el fuego arde todo el día. He aquí, escrito está delante de mí: ‘No les daré respiro durante [su] vida, pero les aplicaré el castigo de sus transgresiones y entregaré sus cuerpos a la segunda muerte’ “.8 

Para los salvados, la resurrección marca la recompensa de una segunda vida, superior, pero para los perdidos indica la retribución de una segunda muerte, definitiva. Así como no hay más muerte para los redimidos (Apocalipsis 21:4), tampoco hay más vida para los perdidos (Apocalipsis 21:8). La “segunda muerte”, entonces, es la muerte final, irreversible. Interpretar la frase de otra manera, como tormento consciente eterno o separación de Dios, es negar el significado bíblico de la muerte como cesación de la vida. 

Las implicaciones morales del tormento eterno. Encontramos una tercera razón para creer en la aniquilación final de los perdidos en las implicaciones morales inaceptables de la doctrina del tormento eterno. La noción de que Dios tortura deliberadamente a los pecadores durante las edades sin fin de la eternidad es totalmente incompatible con la revelación bíblica de Dios como un Ser de amor infinito. Un Dios que les impone a sus criaturas una tortura inacabable, no importa cuán pecadores puedan haber sido, no puede ser el Padre amante que nos es revelado por Jesucristo. 

¿Tiene Dios dos caras? ¿Es ilimitadamente misericordioso por un lado e insaciablemente cruel por el otro? ¿Puede amar tanto a los pecadores que envió a su Hijo para salvarlos, y sin embargo odiar tanto a los pecadores impenitentes como para someterlos a un interminable tormento cruel? ¿Podemos legítimamente alabar a Dios por su bondad, si atormenta a los pecadores por las edades de la eternidad? La intuición moral que Dios ha implantado en nuestra conciencia no puede aceptar la crueldad de una deidad que somete a los pecadores a un tormento sin fin. La justicia divina jamás podría demandar para pecados finitos la penalidad infinita del dolor eterno. 

Además, el tormento eterno, consciente, es contrario a la visión bíblica de justicia porque tal castigo crearía una seria desproporción entre los pecados cometidos durante el lapso de una vida y el castigo resultante que duraría toda la eternidad. Como lo plantea John Stott: “¿No habría, entonces, una seria desproporción entre los pecados cometidos conscientemente en el tiempo y el tormento experimentado conscientemente durante toda la eternidad? No minimizo la gravedad del pecado como rebelión contra Dios nuestro Creador, pero cuestiono si el ‘tormento eterno, consciente’, es compatible con la revelación bíblica de la justicia divina”.9 

Las implicaciones cosmológicas del tormento eterno. Una cuarta y última razón para creer en la aniquilación de los perdidos es que el tormento eterno presupone un dualismo cósmico eterno. El cielo y el infierno, la felicidad y el dolor, el bien y el mal continuarían existiendo para siempre uno al lado del otro. Es imposible reconciliar este punto de vista con la visión profética del nuevo mundo, según la cual no habrá más “llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4). ¿Cómo podrían olvidarse el llanto y el dolor si la agonía y la angustia de los perdidos fuesen características permanentes del nuevo orden? 

La presencia de incontables millones sufriendo para siempre un tormento penosísimo, aunque esto ocurriera muy lejos del campamento de los salvados, sólo podría servir para destruir la paz y la felicidad del nuevo mundo. La nueva creación sería defectuosa desde el mismo comienzo, puesto que los pecadores permanecerían como una realidad eterna en el universo de Dios. 

El propósito del plan de salvación es finalmente erradicar de este mundo la presencia del pecado y de los pecadores. Sólo si los pecadores, Satanás y los demonios son por último consumidos en el lago de fuego y extinguidos mediante la segunda muerte, podremos verdaderamente decir que la misión redentora de Cristo se ha cumplido. El tormento eterno proyectaría una sombra oscura permanente sobre la nueva creación. 

Nuestra época necesita desesperadamente aprender el temor de Dios, y esta es una razón para predicar el juicio y el castigo finales. Necesitamos advertir a la gente de que aquellos que rechazan los principios de vida de Cristo y su provisión de salvación, finalmente experimentarán un juicio terrible y “serán castigados de eterna destrucción” (2 Tesalonicenses 1:9). Necesitamos proclamar osadamente las grandes alternativas entre la vida eterna y la destrucción permanente. La restauración del punto de vista bíblico sobre el juicio final puede soltar la lengua de los predicadores, porque podrán predicar esta doctrina vital sin el temor de representar a Dios como un monstruo.


Notas al pie.

1. Para información sobre investigaciones recientes sobre la naturaleza del infierno, ver Samuele Bacchiocchi: Immortality or Resurrection? A Biblical Study on Human Nature and Destiny (Berrien Springs, Mich.: Biblical Perspectives, 1997), pp. 193-248.
 2. Ver William V. Crockett: “The Metaphorical View”, in William Crockett, ed., Four Views of Hell (Grand Rapids, Mich.: Zondervan, 1992), pp. 43-81. 
3. Billy Graham: “There Is a Real Hell”, Decision 25 (Julio-Agosto 1984), p. 2. En cierto lugar, Graham pregunta: “¿Podría ser que el fuego al que se refirió Jesús es una eterna búsqueda de Dios que nunca se satisface? El estar lejos de Dios para siempre, separados de su presencia, sería, ciertamente, un infierno”. Ver The Challenge: Sermons From Madison Square Garden (Garden City, N. Y.: Doubleday, 1969), p. 75. 
4. Crockett, p. 61. 
5. Basil F. C. Atkinson: Life and Immortality: An Examination of the Nature and Meaning of Life and Death as They Are Revealed in the Scriptures (Taunton, England: E. Goodman, s. f.), pp. 85, 86.
6. Ibíd. 
7. John Stott y David L. Edwards, Essentials: A Liberal-Evangelical Dialogue (London: Hodder y Stoughton, 1988), p. 316.
8. M. McNamara, The New Testament and the Palestinian Targum to the Pentateuch (New York: Pontifical Biblical Institute, 1978), p. 123. 
9. Stott y Edwards, Essentials, pp. 318, 319.
10. Autor: Samuele Bacchiocchi (Ph.D., Pontificia Universita Gregoriana) es un profesor de religión en la Universidad Andrews, Berrien Springs, Michigan, E.U.A. Este artículo está basado en un capítulo de su nuevo libro Immortality or Resurrection? A Biblical Study on Human Nature and Destiny (Berrien Springs, Michigan: Biblical Perspectives, 1997). Su dirección postal es: 4990 Appian Way; Berrien Springs, Michigan 49103; E.U.A.

jueves, 3 de marzo de 2016

La Falsa invasión extraterrestre - el engaño que se apróxima

Documental que muestra como hemos sido engañados a través del fenómeno OVNI y de los sucesos paranormales alrededor de este.

La escritora Cristiana Estadounidense oportunamente afirma:

"A medida que nos acerquemos al fin del tiempo, habrá una demostración cada vez mayor de poder pagano; deidades paganas manifestarán su notable poder, y se exhibirán a sí mismas ante las ciudades del mundo; y esta situación ya ha comenzado a cumplirse. Mediante una diversidad de imágenes el Señor Jesús le presentó a Juan el carácter malvado y la influencia seductora de los que se han destacado en su persecución del pueblo de Dios. Todos necesitan sabiduría para investigar cuidadosamente el misterio de iniquidad que figura en forma tan destacada en las postrimerías de la historia de esta tierra... " Maranatha pag 138