La estatua de oro
“El rey Nabucodonosor hizo una estatua de
oro cuya altura era de sesenta codos, y su anchura de seis codos; la
levantó en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia.” Dan. 3:1.
Nabucodonosor levantó su estatua a propósito en el amplio campo de
Dura. Hizo algo parecido a lo que Nimrod había hecho al levantar la
torre de Babel en las llanuras de Sinar. Gén. 10:8-12; 11:2. El propósito era que todo el mundo la pueda ver con facilidad desde la distancia.
La estatua era enorme para su época. Tenía 27 metros de alto y 2.7
metros de ancho. Esta estatua era visible desde varios kilómetros de
distancia. Y los rayos del sol resplandecían y brillaban sobre su
superficie dorada. Con seguridad era motivo de conversación durante
meses.
En las dimensiones de la estatua y las circunstancias relacionadas a
su dedicación, encontramos otro indicio del origen del misterioso número
666. Su alto era 60 y su ancho 6. Hasta ahí ya tenemos 66; y para su
dedicación se utilizaron 6 instrumentos diferentes, completando el 666. Dan. 3:5.
El número 6 correspondía al sistema sexagesimal de Babilonia y fue
considerado sagrado. El número 6 es simbólicamente el número de lo
humano en contraste con el número 7, que es el número simbólico de la
medida perfecta y santa*, como demuestran muchos ejemplos bíblicos,
sobre todo apocalípticos (7 iglesias, 7 estrellas, 7 truenos, 7 plagas, 7
candeleros, 7 sellos, 7 trompetas, 7 ángeles, 7 cabezas, 7 montes, 7
reyes, 7 copas, 7 ojos, 7 espíritus, etc.). Ap. 1:20; 5:1, 6; 8:6; 10:3; 12:3; 15:1; 16:1; 17:9, 10.
*“El Antiguo Testamento. Traducción directa de
los textos primitivos: Daniel.” Autor: Juan Strabinger, (Buenos Aires:
Ediciones Descleé de Brouwer, 1951), 1121, n. 1.
Nabucodonosor había recibido un sueño y una revelación acerca del
futuro, como vimos en el tema anterior. En ese sueño Nabucodonosor y su
reino de Babilonia, eran tan solo la cabeza de oro de la estatua. Con
seguridad el rey estaba satisfecho de ser la cabeza de la estatua,
representada con el metal más valioso. Pero no le agradó ser sucedido
por otro reino. Dan. 2:39. Así que levantó una estatua de puro oro, representando lo contrario a lo que Dios le había revelado acerca del futuro:
¡La dorada Babilonia es eterna, nunca caerá y reinará por siempre!
La falsa profecía de Babilonia
De esta manera Nabucodonosor estableció una falsa profecía,
convirtiéndose en un falso profeta. Y ya que él representaba a
Babilonia, siendo la cabeza de su reino, Babilonia como tal se convirtió
en un “falso profeta”. Nabucodonosor deseaba que los habitantes de su
reino acepten esa su propia versión acerca del futuro, opuesta a la que
Dios le había revelado tan sobrenaturalmente, en el capítulo anterior.
Nabucodonosor convocó a todos los administradores y funcionarios de su gobierno a la dedicación de su
estatua. Se trataba de los sátrapas, magistrados, capitanes, oidores,
tesoreros, consejeros, jueces y gobernantes de las diferentes
provincias. Nabucodonosor deseaba que todos ellos se postren y adoren la estatua que él
había levantado. Nabucodonosor deseaba de esta manera reafirmar la
adhesión de su clase gobernante. El plan de Nabucodonosor era que todos
ellos acepten su nueva versión profética
acerca del futuro, y rechacen el sueño y la interpretación acerca de la
secuencia de los reinos y la venida del reino eterno de Dios, que
habían conocido y aceptado en el capítulo anterior. Con seguridad el rey
exigía que estos sus representantes y dirigentes regresen luego a sus
provincias y transmitan la nueva versión profética, contraria a la de
Dios, a sus bases, para que toda la población de Babilonia la acepte y
crea en ella. Dan. 3:2, 3.
- ¡Nabucodonosor estaba en abierta rebelión a la Palabra y profecía de Dios y quería implantar la adoración babilónica, contraria a la verdadera, sobre todos los moradores de la tierra!
La imposición dictatorial
El pregonero del rey anunciaba: “Mándese a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas,
que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa,
del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis
y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado.” Dan. 3:4, 5.
- Pero no se trataba de una invitación voluntaria a postrarse y adorar la estatua. Era una reunión de adoración forzada.
Pues el pregonero de Nabucodonosor amenazó diciendo que “cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiente”. Dan. 3:6.
La música jugaba un rol importante
en esta falsa adoración idólatra. A la vez, los habitantes de Babilonia
fueron influenciados con preciosa música, majestuosa e imponente que
manipulaba sus sentimientos y emociones conduciéndolos a la falsa
adoración, y al mismo tiempo, la amenaza de muerte, por no postrarse y
adorar la estatua, resonaba claramente en sus mentes.
- El placer y el dolor han sido siempre los motivos más poderosos para forzar a los hombres en cualquier dirección. Y Babilonia utilizaba estas motivaciones manipulativas magistralmente.
Nabucodonosor tenía un éxito tremendo con su plan babilónico cuando vio que “todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro” que él había levantado. Dan. 3:7.
Nabucodonosor era muy religioso. Toda Babilonia era sumamente
religiosa. Pero era una religión pagana con decenas de templos para una
multitud de diferentes divinidades y dioses que fueron adoradas mediante
imágenes y estatuas. Nabucodonosor no solo era jefe político sino
también líder religioso de Babilonia.
En él se unían el Estado y la Iglesia. Es por eso que tuvo el poder de
dictar esta ley religioso, imponiendo una creencia sobre las conciencias
de sus súbditos.
Un gran reto
Para los hebreos era un gran reto vivir en Babilonia entre tanto
paganismo. Pues ellos solo adoraban a un Dios, y no mediante imágenes ni
estatuas, como lo había ordenado Dios en los 10 mandamientos:
“No te harás imagen, ni ninguna semejanza
de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las
aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás;
porque yo soy el Señor tu Dios…” Éxodo 20:4, 5.
Recordemos las consecuencias de la desobediencia. Dios instruyó claramente diciendo:
“Si no oyeres la voz del Señor tu Dios,
para procurar cumplir todos sus mandamientos… vendrán sobre ti todas
estas maldades, y te alcanzarán… El Señor te llevará a ti, y al rey que
hubieres puesto sobre ti, a nación que no conociste ni tú ni tus padres;
y allá servirás a dioses ajenos, al palo y a la piedra.” Deut. 28:15, 36.
Esto es justamente lo que ocurrió con los hebreos a causa de su
rebelión e infidelidad con Dios como vimos en temas anteriores. Ahora se
encontraban en Babilonia frente a estas situaciones tan difíciles.
Entre los administradores del gobierno de Nabucodonosor había algunos
hebreos, que contaban entre los “sabios” de Babilonia. Conocemos
solamente a Daniel, Sadrac, Mesac y Abed-nego (recuerde el capítulo 2 de
Daniel). Pero probablemente había varios otros hebreos en funciones
administrativas.
Cuando
todo el mundo se postró para adorar a la estatua, el rey Nabucodonosor
estaba feliz. Pensaba haber logrado su propósito. Pero entonces escuchó
noticias acerca de tres varones judíos que no habían participado en la
adoración de la estatua, que le llenaron de ira y enojo. Dan. 3:12.
La Biblia cuenta que “algunos varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los judíos…”ante Nabucodonosor. Dan. 3:8-12.
Posiblemente se trataba aquí de algunos de los “sabios” que no
pudieron explicar al rey Nabucodonosor el sueño profético que había
tenido en el capítulo anterior. Dan. 2:2.
Habían sido humillados en aquella ocasión, al ser descubiertos como
engañadores. Y ahora seguían con resentimientos por aquel fracaso,
buscando una oportunidad para vengarse y deshacerse de sus
“competidores” que envidiaban. Hay que recordar que fueron salvados por
sus colegas hebreos en aquella ocasión. Aún así se muestran
terriblemente ingratos. ¡Cuán vengativa es la envidia! Para más detalles
recuerde el capítulo 2 de Daniel, que analizamos en el tema anterior.
- Fueron solo tres varones judíos que no participaron en la idolatría. Es una lástima que los que tienen la verdad religiosa siempre sean la minoría frente a los que sostienen lo falso y espurio.
Ante el rey
Las “acusaciones maliciosas” eran fuertes. Se les acusó prácticamente de deslealtad y traición
por no adorar a los dioses de Babilonia. Los acusadores recordaron al
rey que él mismo los había puesto sobre los negocios de la provincia de
Babilonia. Y a pesar de ello no hacían caso al mandato del rey. Dieron a
entender que los hebreos son unos ingratos que desprecian al rey y su
autoridad. Además los acusadores manipularon el ego y orgullo de
Nabucodonosor llevando el asunto a un nivel personal diciendo: “No te han respetado; no adoran tus dioses, no adoran la estatua de oro que tú has levantado.” Dan. 3:12.
Vale la pena preguntar: ¿Por qué los tres amigos hebreos estaban ahí
presentes en la dedicación de la estatua, sabiendo que no pueden adorar
imágenes, estatuas ni ídolos?
¡Los hijos de Dios pueden cumplir los requerimientos del rey, o de cualquier autoridad humana, hasta donde fuera posible sin comprometer sus principios religiosos!
- El rey exigió estar presentes. Esto era algo que si podían cumplir.
- El rey exigió adorar la estatua: Esto era algo que no podían cumplir.
El creyente debe sujetarse a las leyes que exige su país. Pero cuando
esas leyes se oponen a las leyes de Dios, nuestra lealtad está
obviamente con nuestro Creador. Tal como lo expresaron Pedro y los
apóstoles, diciendo: “Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.” Hechos 5:29.
¿Y dónde estaba Daniel en esta historia? No lo sabemos con exactitud.
Pero hay varias posibilidades. Pudo estar enfermo o de viaje.
Posiblemente también recibió un permiso especial
de Nabucodonosor para no tener que estar presente en la dedicación de
la estatua. Posiblemente el rey se quería evitar un mal momento,
conociendo la integridad y lealtad de Daniel hacia su Dios. Recuerde que
fue Daniel el que le explicó el sueño y su interpretación correcta en
el capítulo anterior. Daniel nunca aceptaría
esa estatua con su falsa religión y profecía. Además sabemos que Daniel
seguía siendo tan leal hacia Dios como siempre, gracias a la historia
del foso de los leones en un capítulo posterior a este. Vea Dan. 6.
El decreto de muerte
Nabucodonosor hizo traer a Sadrac, Mesac y Abed-nego ante su
presencia con ira y enojo. Al instante fueron traídos ante el rey quien
les ofreció una segunda oportunidad.
Esto demuestra su alto grado de tolerancia, pues a otros reyes de su
época hubiese bastado tal grado de desobediencia intencional y
deliberada, para sellar su muerte de inmediato. Pero la amenaza de
Nabucodonosor era clara y directa diciendo que si no adoran la estatua
al escuchar la música “en la misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiente; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?” Dan. 3:13-15.
Al decir: “¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?” expresó algo parecido a que una vez dijo el Faraón de Egipto a Moisés negando al verdadero Dios, diciendo: “¿Quién es el Señor, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco al Señor, ni tampoco dejaré ir a Israel”. Éx. 5:2.
Pero los tres jóvenes respondieron valientemente al rey Nabucodonosor, diciendo: “No
es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios
a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu
mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a
tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.” Dan. 3:16-18.
Que frustración debe haber sentido el rey. Les había adecuado durante
tres años en su “Universidad babilónica”, les había cambiado sus
nombres; pero no pudo cambiar su corazón ni su mente, pues la opinión y postura de los hebreos, y su lealtad hacia Dios, era innegociable. Dan. 1:4, 5, 7.
Estos jóvenes judíos habían tomado su decisión. Eran hombres de
palabra y convicción. Para ellos un “Sí” era un “Sí” y un “No” era un
“No.
- Nabucodonosor, el hombre más poderoso de su época, el hombre que dominaba el mundo, no pudo dominar a estos tres jóvenes, ni su propio espíritu.
Embriagado por el poder ilimitado, Nabucodonosor no podía soportar la
desobediencia y la contradicción, se llenó de una ira irracional y
perdió su cordura. Entonces decidió enviarlos a la muerte cruel en el
fuego. “Ordenó que el horno se calentase siete veces más de lo acostumbrado.” Dan. 3:19.
Era tanto el calor que los verdugos, hombres muy vigorosos del ejército
babilónico, murieron por el fuego al cumplir su tarea de arrojar a los
hebreos al horno ardiendo. Dan. 3:19-22.
El horno de fuego
Ahora estaba en juego la reputación de Dios, pues los tres amigos habían dicho: “Nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey…” Dan. 3:17.
¿Qué ganó el rey con su furia al ordenar calentar el horno 7 veces
más de lo acostumbrado? En vez de provocar una muerte más terrible, que
aparentemente era su intención, estaba provocando en su irracionalidad
lo contrario. Es decir una muerte más rápida, como muestra el hecho que
los verdugos murieron al solo acercarse demasiado al horno.
- ¡Pero se ganó mucho por causa de la verdad! Pues cuanto más intenso y caliente era el fuego, más impresionante era el milagro, que estaba a punto de suceder.
“Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo.” Dan. 3:23.
Nabucodonosor deseaba que los tres judíos experimenten el tormento de la hoguera. Este terrible instrumento inquisitorial de tortura y muerte, era un invento de Babilonia para amenazar, castigar y eliminar a los “herejes”;
a los disidentes de la fe universal babilónica; a los que no querían
aceptar la falsa adoración exigida. Otros judíos ya fueron asados al
fuego por el rey de Babilonia. Vea Jer. 29:22.
Hay evidencias arqueológicas (documentos cuneiformes) que demuestran
que este bárbaro método de ejecución ya se aplicaba 1200 años antes del
evento escalofriante en el campo de Dura. Ver John B. Alexander, “New Light on the Fiery Furnace”, JBL 69 (1950) pág. 375, 376.
¡Cuán diferente es la verdadera adoración! Dios
no fuerza ni obliga. El nos invita a un servicio de adoración libre,
voluntario e inteligente. Vea: Salmos 100:1, 2; Ap. 22:17.
La liberación milagrosa
El rey Nabucodonosor se espantó y dijo: “¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey. Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses.” Dan. 3:24, 25.
¡Todo el mundo se olvidó de la adoración de la estatua!
La atención completa estaba sobre el milagro que estaba ocurriendo
ante sus ojos. El fuego estaba bajo el dominio de un ser sobrenatural,
pues no tocó a los jóvenes, sino tan solo consumió las cuerdas con los
que habían estado atados.
El rey describe al cuarto como “semejante a hijo de los dioses”.
Y estaba bastante acertado, pues era el hijo de Dios, Jesucristo, que vino a salvar y vindicar sus seguidores leales, que habían permanecidos firmes contra la idolatría.
Nabucodonosor no podía dudar no negar lo que estaba ocurriendo. Solo le quedó reconocer nuevamente al verdadero Dios diciendo y confesando: “Siervos del Dios Altísimo”… “Bendito sea el Dios de ellos”… “No hay Dios que pueda librar como éste”. Dan. 3:26, 28, 29.
A continuación Nabucodonosor les invitó a salir nuevamente del horno
de fuego y venir ante su presencia. Curiosamente los tres amigos estaban
tan felices en la presencia del Cuarto en el horno de fuego, que recién
salieron cuando el rey se los pidió. Además fue el rey que había
ordenado que entren al horno de fuego y al rey le tocaba invitarlos
nuevamente a salir del mismo.
En la presencia del “cuarto”
No
importa si también nosotros estamos en el fuego de la persecución. Lo
que sí importa es que estemos con Cristo y él con nosotros. También en
nuestras pruebas, aflicciones y tribulaciones, ¡si nos acompaña “el
cuarto”, nos basta!
Dios promete a sus hijos fieles: “Cuando
pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te
anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá
en ti.” Is. 43:2.
Además: “El ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los defiende.” Sal. 34:7.
Jesucristo nos dice: “No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación… Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.” Ap. 2:10.
Esta era la fe de esos muchachos fieles y valientes. Ellos confiaban
en la resurrección y la vida eterna en aquel reino eterno y divino que
Dios había prometido en el sueño profético del capítulo anterior.
Un nuevo decreto de muerte
En aquella época cada nación tenía sus dioses. La victoria sobre una
nación era considerada que los dioses de la nación derrotada no tuvieron
el poder para salvarla. Ya que los hebreos habían sido conquistados por
los babilónicos, ellos hablaron despectivamente del Dios de los judíos,
blasfemando. Ahora finalmente Nabucodonosor reconoce que no era su éxito sobre los judíos, sino que fue por sus pecados que Dios permitió que fuesen subyugados por Babilonia. El rey reconoció que Dios los había entregado en sus manos, y no porque a Dios le faltase poder. Vea Dan. 1:2; 2 Cro. 36:14-17. Así que Nabucodonosor prohibió hablar mal del Dios de los israelitas.
“Por lo tanto, decreto que todo pueblo,
nación o lengua que dijere blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y
Abed-nego, sea descuartizado, y su casa convertida en muladar.” Dan. 3:29.
Reconocer al Dios verdadero no dio a Nabucodonosor el derecho civil
ni moral de imponer nuevamente una amenaza de muerte. Pues recuerde que
Dios nunca fuerza la conciencia. Pero este era el carácter emotivo del
rey de Babilonia que cayó de un extremo al otro.
Dios puede librarnos
Recuerde que los tres jóvenes respondieron valientemente al rey Nabucodonosor, diciendo: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.” Dan. 3:17-18. Ellos obviamente no querían morir. Pero prefirieron morir antes de pecar y traicionar a su Creador amante.
Los hijos de Dios sabemos que Dios puede
librarnos milagrosamente, pero no lo hace siempre, ni lo tiene que
hacer obligatoriamente. Es su decisión divina y providencial. Pero
sabemos con seguridad que ¡Dios está siempre con nosotros, “todos los días, hasta el fin del mundo”! Mat. 28:20.
Sadrac, Mesac y Abed-nego cayeron dentro del horno de fuego sin saber si iban a morir o sobrevivir milagrosamente. Lo que sí sabían es que iban a ser leales y obedientes a Dios hasta la muerte.
Con seguridad recordaron a sus antepasados que fueron librados
milagrosamente de la mano de Faraón, cuando Dios intervino, derramando
las 10 famosas plagas sobre Egipto, abriendo el mar y destruyendo al
ejército enemigo. Éx. 5-14. Seguramente recordaron también la liberación milagrosa de Jerusalén de la mano de los asirios. Is. 37.
Pero también recordaron al fiel profeta Urías que denunciaba los
crímenes del impío rey Joacim y Dios permitió que sea ejecutado. Jer. 26:20-23.
Recordemos al Señor Jesús en el monte Getsemaní. Como hombre tampoco
quería morir. Nadie quiere morir. Así que oro y puso la decisión en las
manos de su Padre, diciendo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.” Mat. 26:39.
La respuesta fue su muerte en la cruz del Calvario por amor hacia la
humanidad, para abrirnos el camino del arrepentimiento y del perdón de
nuestros pecados. Dios es el omnisapiente. Es por eso que a veces
permite, ya sea la muerte o la salvación milagrosa de sus hijos, para dar un testimonio especial.
Desmond Doss
Deseo dar un ejemplo de que estas salvaciones milagrosas no solo
ocurrieron hace 2.600 años atrás en el horno de fuego de Babilonia, sino
que siguen ocurriendo hasta hoy en día.
Desmond Doss era un cristiano que guardó los 10 mandamientos de Dios y
reposaba en su santo día de reposo, orando y estudiando la Palabra de
Dios. En la segunda guerra mundial se alistó en las filas de los
americanos como enfermero (camillero) para ayudar a los heridos en la
lucha contra la tiranía. El podía ir a la guerra para salvar a los
heridos pero sin arma porque nunca mataría a un hombre. Cuando se
arrodilló para orar antes de dormir, sus compañeros le arrojaron sus
duras botas, burlándose de su fe. Fue llevado con su unidad a la isla
japonesa de Okinawa. El 5 de mayo de 1945 tuvieron que realizar una
ofensiva para tomar una colina estratégica en esa isla. De su unidad
solo quedaban 200 hombres y él era el único camillero con vida. Los
japoneses hicieron su contraataque deseando tomar el mismo lugar clave y
se instalaron antes que los americanos. Cuando Desmond Doss llegó con
su unidad hubo un enfrentamiento terrible y salvaje. En pocos minutos
sufrieron unas cien bajas, y los 55 hombres que todavía estaban en
condiciones de moverse descendieron para ponerse a cubierto. Solo Doss
permanecía en su puesto. Comenzó a buscar y rescatar a los heridos. En
forma casi increíble ayudó a 75 hombres a encontrar refugio ese día.
Tardó varias horas en las cuales se encontró en medio del fuego cruzado
de rifles, ametralladoras, morteros y salvas de artillería.
Un batallón enemigo, compuesto por centenares de
hombres, trató durante horas es día de dar muerte a un solo ferviente
cristiano, y no lograron ni siquiera herirlo.
Doss atribuye esta maravillosa salvación a la promesa de Dios que encontramos en Salmos 91:1, 2:
“El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del
Omnipotente. Diré yo al Señor mi Dios: Esperanza mía, y castillo mío. Mi
Dios, en quién confiaré.”
Desmond
Doss era el único cristiano no combatiente de la Segunda Guerra Mundial
que haya recibido la Medalla de Honor del Congreso, la más alta
condecoración militar conferida por los Estados Unidos.
Solo días después, en un ataque sorpresivo nocturno, Doss fue
gravemente herido en ambas piernas por una granada de mano. Sufrió por
años. Desmond Doss sabe perfectamente cuál es el significado del “y si no lo hace” de las Escrituras. También sabe que Dios todavía puede librar a los que confían en él. “El Misterio del futuro revelado” Autor: Mervyn Maxwell, Editorial ACDS, Pág. 54-56. http://en.wikipedia.org/wiki/Desmond_Doss
En Daniel capítulo II, el rey Nabucodonosor
reconoció al Dios de los cielos revelador de los misterios y rey de
reyes. En Daniel capítulo III, el rey Nabucodonosor reconoció al Dios de
los cielos como el liberador supremo y el todopoderoso.
En el capítulo anterior, cuando Nabucodonosor había reconocido al verdadero Dios por primera vez, “Daniel solicitó del rey, y obtuvo que pusiera sobre los negocios de la provincia de Babilonia a Sadrac, Mesac y Abed-nego.” Dan. 2:49. Ahora que Nabucodonosor reconoció al verdadero Dios por segunda vez fue el mismo que “engrandeció a Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia,” ratificándolos en su posición. Dan. 3:30. Que maravillosa es la historia.
Con seguridad muchos de los administradores de las diferentes
provincias de Babilonia que habían estado presentes, siendo testigos
oculares de aquellos eventos impresionantes, volvieron a sus provincias
contando lo que había ocurrido.
De esta manera, gracias a tres fieles hijos de
Dios, la verdad acerca del verdadero Dios pudo llegar al rey de
Babilonia, a los administradores de su gobierno y finalmente a toda
Babilonia.
Fuente : navegando del pasado al futuro pagina web
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