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domingo, 31 de marzo de 2013

Movimientos grandes se están haciendo.

Un Nuevo Oriente Próximo como requisito previo a un Nuevo Orden Mundial




Dentro de tres años se cumplirá un siglo de la firma del tratado de Sykes-Picot y para entonces, muy probablemente, haya desaparecido la influencia directa franco-británica en la región. 

En el periodo de entreguerras, los protectorados de Francia y Reino Unido pusieron las bases de lo que sería la injerencia política y el expolio de recursos naturales que ha sufrido y sigue sufriendo la región hasta día de hoy. Por otra parte, el Sionismo Internacional obtuvo carta blanca para fomentar la emigración constante y creciente de judíos de todo el mundo a Palestina, en previsión de la futura creación de un estado propio. 

Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos tomó la iniciativa y los países que habían sido creados artificialmente tras la caída del Imperio Otomano y que habían estado sometidos a las dos potencias coloniales obtuvieron su independencia formal, pero el neoliberalismo económico occidental mantendría el control durante diferentes períodos, unas veces apoyado por las élites locales y otras por la clase militar, con el único  contrapeso de la Unión Soviética, que tendría su expresión con la aparición del partido Baaz y el triunfo temporal del Nasserismo. 

Si la guerra fría condicionó la política de Oriente Medio durante tres décadas, la creación del Estado de Israel en 1948 ha sido y sigue siendo el elemento supremo de desestabilización regional. La causa palestina ha sido directa o indirectamente la de todos los movimientos políticos y conflictos de la región, desde el fortalecimiento del Panarabismo y el Nacionalismo Árabe al Panislamismo radical. El balance es desolador, con tres guerras árabe-israelíes, una guerra entre Irán e Irak, dos intifadas y dos Guerras del Golfo, la última con el resultado de la ocupación de Irak. 

La caída de la Unión Soviética y la consiguiente desaparición del contrapeso político, provocó un creciente protagonismo de Estados Unidos en la región, que se consolidó tras los autoatentados del 11 de septiembre de 2001, que inauguran la etapa más sangrienta de 'Bilad Al Cham', con la ocupación de Irak y la intensificación del apartheid palestino, silenciado por los medios occidentales. 


El enésimo capítulo de intervención exterior en la región son las denominadas 'primaveras árabes', que han sumido en el caos a Libia, Túnez y Egipto. Pero, con diferencia, es el caso de Siria el más paradigmático en lo que respecta al choque de intereses de varios países en la región, hasta el punto de que algunos analistas lo han calificado de guerra mundial en Siria. 

Tras más de dos años de guerra y más de cien mil muertos, y debido al empantanamiento de la geopolítica occidental en el conflicto, ninguno de los dos bandos parece poder sobreponerse al contrario. Estados Unidos, a la cabeza de la coalición antisiria, ha tomado conciencia de la poca rentabilidad que se ha obtenido tras la ingente inversión en logística, adiestramiento, inteligencia y armamento. 

Las otras tres 'revoluciones árabes' triunfaron gracias al factor sorpresa y al apoyo e incitación mediática a la revolución relámpago que promovieron la cadena qatarí Al jazeera y los medios occidentales. Pero en el caso de Siria ya no es posible ocultar más a la opinión pública occidental la guerra sucia consistente en el envío constante de mercenarios yihadistas a través de Turquía y Jordania, con el drama humanitario que ello está provocando. 

Este desperdicio de recursos y medios sin resultado, unido al desprestigio internacional de la coalición antisiria, ha llevado al Pentágono a plantearse un cambio de estrategia en Oriente Medio, a pesar de la oposición que ha suscitado dicho nuevo proyecto en el seno de la propia administración estadounidense y de otros países implicados, en especial Francia, Reino Unido, Turquía, Arabia Saudita y Qatar. 

Además de las circunstancias citadas, varias son las causas por las que la CIA puede estar considerando acogerse finalmente a la tesis rusa expresada por Serguéi Lavrov en el Consejo de Seguridad de la ONU respecto a la solución del conflicto sirio, de la que dependerá la política de toda la región a corto y medio plazo. 

En primer lugar, Estados Unidos puede estar alcanzando la independencia energética a través de la rápida explotación del gas de esquito y de las arenas bituminosas , lo que significaría el fin de la doctrina Carter, según la cual la necesidad de garantizar el acceso al petróleo del Golfo era un imperativo de seguridad nacional estadounidense. Y lo mismo sucede con el acuerdo de 1954 en el que Washington se comprometía a proteger a la dinastía gobernante de Arabia Saudita a condición de que esta última garantizara el acceso de Estados Unidos al petróleo de la Península Arábiga. 

En segundo lugar, y quizás el factor más importante, es que Asia y Pacífico, e incluso África, donde China ha centrado su expansión económica durante los últimos años, han pasado a ocupar el primer lugar en la agenda goestratégica de la OTAN, debiendo Oriente Próximo pasar a un segundo plano necesariamente. 

Y es por todo ello por lo que el Pentágono considera que ha llegado el momento de decretar una retirada masiva que permitiría trasladar las tropas estadounidenses hacia Extremo Oriente, para contrarrestar allí la creciente influencia de China. Por otro lado, hay que hacer el máximo esfuerzo para impedir una alianza militar entre China y Rusia. Para ello es conveniente ofrecer a Rusia algo que desvíe su atención del Extremo Oriente. 

El conflicto de Mali y el posible e inminente conflicto entre las dos Coreas, en que China y la OTAN se agazapan detrás del escenario prebélico, avalarían esta teoría. 
  
Nagham Salman es analista política especialista en asuntos de Oriente Próximo y comentarista de TV.


Comentarios:  Movimientos grandes se están gestando detrás de las escenas, cosas importantes están sucediendo, nos queda muy poco tiempo.

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