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lunes, 4 de abril de 2016

La Historia de Daniel 4 y su conexion profetica


El testimonio de Nabucodonosor
El capítulo cuatro del libro de Daniel fue escrito en gran parte personalmente por Nabucodonosor, rey de Babilonia.

Se trata de un edicto oficial que contenía su testimonio acerca de cómo Dios dirigió su vida llevándole a su conversión personal. El rey deseaba que su testimonio se difunda por toda la tierra para que todas las naciones reconozcan al Dios verdadero. Dan. 4:1-3.

Hay que resaltar que Nabucodonosor comienza su relato con palabras semejantes a las de Cristo: “Paz os sea multiplicado”. Dan. 4:1. Vea Luc. 24:36.
También nosotros podemos seguir este ejemplo del rey de Babilonia e intentar que el testimonio acerca de nuestra conversión y transformación de carácter y cómo Dios intervino en nuestra vida para salvarnos, llegue tan lejos como sea posible, para la honra y gloria de Dios.

En la introducción de su testimonio, Nabucodonosor dice acerca de Dios: “Su reino, reino sempiterno, y su señorío de generación en generación.” Dan. 4:3. El rey ya no pedía la inmutabilidad para su reino de Babilonia, como lo había hecho en el capítulo anterior, cuando había levantado una imagen de puro oro. El volvió a reconocer y aceptar la verdad acerca del reino divino, que había aprendido en el sueño profético del capítulo 2 de Daniel, donde decía: “… el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo…” Dan. 2:44.

Dios interrumpió la tranquilidad de Nabucodonosor mediante un sueño perturbador, justamente en una época de su vida cuando reinaba la paz y la calma, y cuando el rey florecía en su palacio. Dan. 3:4.

El rey se dio cuenta que el sueño era de origen sobrenatural y que implicaba grandes consecuencias, tal como el primer sueño que había tenido años atrás. Dan. 2:1, 3. Es por eso que el sueño le turbó e impactó tanto, llenándolo de espanto.Dan. 4:5.

Tal como lo había hecho en su primer sueño, el rey Nabucodonosor vuelve a llamar a sus supuestos “sabios” para que le interpretasen el sueño. Dan. 4:6. “Y vinieron magos, astrólogos, caldeos y adivinos, y les dije el sueño, pero no me pudieron mostrar su interpretación.” Dan. 4:7.

Nuevamente los magos fracasaron grandemente. Pero en ésta ocasión los magos sufrieron una humillación aún mayor que en el segundo capítulo de Daniel, pues esta vez contaban con el relato del sueño. Recordemos que en el sueño de la estatua de metales, del segundo capítulo de Daniel, los magos se habían jactado diciendo al rey en dos ocasiones: “… dí el sueño a tus siervos, y te mostraremos la interpretación… Diga el rey el sueño a sus siervos, y le mostraremos la interpretación.” Dan. 2:4, 7.
Y ahora escucharon el sueño pero aún así eran incapaces de interpretarlo al rey.

Entonces vino el profeta Daniel ante la presencia del rey. Nabucodonosor lo llamó el “jefe de los magos”. Dan. 4:9. Sabemos que Daniel por supuesto no eraun “mago”. Más al contrario, como hijo de Dios, rechazaba todo tipo de magia y cosas ocultas. Vea Deut. 18:9-12; Lev. 19:26. Pero Daniel mantuvo todavía el título y la posición que Nabucodonosor le había otorgado después de la interpretación del sueño profético del capítulo dos, cuando le llamó: “jefe supremo de todos los sabios de Babilonia”. Dan. 2:48.

Nabucodonosor reconoció además la supremacía espiritual de Daniel sobre sus “otros sabios” al confesar que en él “mora el espíritu de los dioses santos.” Dan. 4:8, 9. Como antiguo politeísta, ésta era su forma de expresarse. Así como cuando se refirió al Salvador diciendo “es semejante a hijo de los dioses.” Dan. 3:25..

El sueño profético del árbol cortado

Entonces Nabucodonosor relata el sueño al profeta Daniel. En el sueño se describe un árbol majestuoso, grande y fuerte que crecía en medio de la tierra. “Su copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba ver desde todos los confines de la tierra. Su follaje era hermoso y su fruto abundante, y había en él alimento para todos…” Dan. 4:10-13.

Pero entonces descendía un “vigilante y santo” del cielo proclamando un juicio sobre el árbol, diciendo: “Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quitad el follaje, y dispersad su fruto… mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra… sea mojado con el rocío del cielo, y con las bestias sea su parte entre la hierba de la tierra. Su corazón de hombre sea cambiado, y le sea dado corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos.” Dan. 4:13-16.

El sueño terminó con estas palabras: “La sentencia es por decreto de los vigilantes, y por dicho de los santos la resolución, para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de lo hombres.” Dan. 4:17.

Los vigilantes santos

¿Quién era ese “vigilante santo” que descendía del cielo con el decreto y la resolución divina?

Se trata de un ángel justo de Dios. Acerca de los ángeles justos dice el apóstol Pablo: “¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” Hechos 1:14.

Este ángel enviado por Dios a Nabucodonosor trabajó en la salvación del rey, pues el deseo de Dios mediante el sueño y sus implicaciones, era intentar rescatar a Nabucodonosor de su impiedad para la salvación. El rey no conocía la manera nuestra de nombrar a los ángeles, es por eso que lo llamó “vigilante santo”. Pero su forma de expresarlo estaba bastante acertada. Pues los ángeles de Dios son santos y también son vigilantes. Recuerde que ya hemos estudiado en un tema anterior que nosotros los seres humanos somos “espectáculo” para los ángeles. 1 Cor. 4:9. Ellos nos observan y vigilan. De paso sea dicho que tenemos ángeles guardianes. Un guardián vigila al que guarda.

Los ángeles justos de Dios tienen diferentes nombres. Nabucodonosor los llama “vigilantes santos”, y al apóstol Pablo los llama “espíritus ministradores” como acabamos de ver hace un instante.

Acerca de ellos dice en los Salmos: “Bendecid al Señor, vosotros sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra, obedeciendo a la voz de su precepto. Bendecid al Señor, vosotros todos sus ejércitos, ministros suyos, que hacéis su voluntad.” Salmos 103:20, 21.
Árboles como símbolos de individuos, gobernantes o reinos

Como individuo: En el libro de los Salmos, el varón justo y santo que medita de día y de noche en la ley del Señor y que no anda en camino de pecadores es representado como “árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto a tiempo, y su hoja no cae.” Salmos 1:1-3. Vea también Jeremías 17:7, 8.

Como gobernante: Nabucodonosor el rey de Babilonia es comparado personalmente a un árbol que es cortado. Dan. 4.

Como reino: En el libro de Ezequiel, el reino de Egipto es comparado a un árbol que es cortado. Vea Ezequiel 31.

El sueño perturbador

Después de contar el sueño a Daniel, el rey pide al profeta que le diga la interpretación del mismo. “Daniel… quedó atónito casi una hora, y sus pensamientos lo turbaron…“ Dan. 4:18, 19.

Con seguridad Nabucodonosor se dio cuenta de dos cosas. En primer lugar que se trataba de un juicio, pues el sueño habla de una sentencia y una resolución de cortar el árbol. Y en segundo lugar que se trataba de un ser humano y no de un árbol literal, ya que en la parte final del sueño, el ángel explicó que el árbol tenía un “corazón de hombre”. Dan. 4:16, 17.

Por fin el rey rompió el silencio y dijo a Daniel animándolo para que revele la interpretación: “… no te turben ni el sueño ni su interpretación.” Finalmente Daniel respondió y dijo: “Señor mío, el sueño sea para tus enemigos, y su interpretación para los que mal te quieren.” Dan. 4:19.

Daniel requería de mucho valor para transmitir el significado de este sueño con sus terribles consecuencias al hombre más poderoso del mundo de aquel tiempo. Pero Daniel, siendo un hombre de Dios, no puede callar. Es su obligación moral revelar la verdad al rey, aunque duela.
La interpretación del sueño

“El árbol que viste… tú mismo eres, oh rey, que creciste y te hiciste fuerte, pues creció tu grandeza y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra.” Dan. 4:20-22.

Con seguridad el rey recordó que muchos años atrás Daniel había interpretado su primer sueño donde él representaba “la cabeza dorada de la estatua profética” cuando Daniel dijo: “Tú eres aquella cabeza de oro.” Dan. 2:38. Ahora volvió a ser representado como el más majestuoso mediante el símbolo del gran árbol en el medio de la tierra. Pero este segundo sueño era terrible por los siguientes hechos, y su significado era completamente diferente.

“Esta es la interpretación, oh rey, y la sentencia del Altísimo, que ha venido sobre mi señor el rey: Que te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes, y con el rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere. Y en cuanto a la orden de dejar en la tierra la cepa de las raíces del mismo árbol, significa que tu reino te quedará firme, luego que reconozcas que el cielo gobierna.” Daniel 4:24-26.

Mediante el sueño de Daniel capítulo dos, Dios invitó a Nabucodonosor a su reino celestial. Y mediante el sueño de este capítulo cuatro, Dios mostró a Nabucodonosor la realidad de su situación si no acepta su reino.
El consejo de un amigo

Después de interpretar el sueño al rey, Daniel intenta convencerle que abandone su proceder pecaminoso, su opresión y soberbia y que sea misericordioso y justo.

“Por cuanto, oh rey, acepta mi consejo: tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad.” Dan. 4:27.

Daniel sabe que las promesas de Dios y algunas de sus profecías son condicionales. Pues cambiando su actitud fundamentalmente entregándose a Dios, podría cambiar el rumbo de su futuro por completo.
Las profecías son condicionales

Daniel conocía bien el hecho que hay profecías condicionales, pues aproximadamente 200 años antes, Dios había enviado a su profeta Jonás a denunciar la pecaminosidad de la ciudad de Nínive (capital de Asiria) y advertir acerca de su cercana destrucción. Jonás 1:2; 3:2.

“Y se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra del Señor… y comenzó Jonás a entrar por la ciudad… y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida.” Jonás 3:2-4.
Ocurrió que los habitantes de Nínive creyeron en Dios, ayunaron, se arrepintieron, y se convirtieron de su mal camino. Jonás 3:5-8.

“Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo.” Jonás 3:10. Vea también Lucas 11:32.

Dios expresa esta su actitud condicional, mediante las siguientes palabras:

“En un instante hablaré contra pueblos y contra reinos, para arrancar, y derribar, y destruir. Pero si esos pueblos se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me arrepentiré del mal que había pensado hacerles, y en un instante hablaré de la gente y del reino, para edificar y para plantar. Pero si hiciere lo malo delante de mis ojos, no oyendo mi voz, me arrepentiré del bien que había determinado hacerle.” Jeremías 18:7-10.
La gran Babilonia

Nimrod fundó Babilonia (Babel). Gén. 10:8-11. ¡Pero Nabucodonosor le dio su esplendor!

Babilonia era la ciudad de mayor esplendor en el mundo antiguo. Era pomposa y lujosa. Además era la ciudad más grande de su época, aunque era pequeña en comparación a las ciudades modernas hoy. En Babilonia se encontraban los famosos jardines colgantes que eran una de las siete maravillas del mundo antiguo. La ciudad contaba con enormes muros de defensa. Y realmente era una ciudad sumamente religiosa. Pues Nabucodonosor había construido 53 templos, 955 santuarios menores y 384 altares callejeros. (Conteneau, Everyday Life, p. 279).

Babilonia había subyugado a Siria, Fenecía, Judea, Egipto y Arabia. Los moradores de esa gran ciudad vivían en riqueza y abundancia. El rey proveía a sus súbditos de protección, sostén y prosperidad, tal como la descripción del árbol del sueño lo presentaba tan acertadamente. Dan. 4:11, 12, 20-22.

Nabucodonosor sentía vanidad, confianza en sí mismo, seguridad y mucho orgullo.

El problema de la soberbia

Desde el sueño y el consejo de Daniel habían pasado 12 meses. El rey paseaba en el palacio real de Babilonia y dijo: “¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?” Dan. 4:28-30. Realmente el rey había obtenido grandes logros administrativos y de construcción durante su reinado. El problema es que se atribuyó toda la gloria a sí mismo, aunque: “Dios… dio a Nabucodonosor… el reino y la grandeza, la gloria y la majestad.” Dan. 5:18.

El rey ya se había olvidado de sus propias palabras de capítulos anteriores. Ya no había ni una pizca de: “Ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes.” Dan. 2:47.

¡No hay problema en obtener grandes logros y construir majestuosas obras en este mundo y obtener gloria! ¡Debemos hacer siempre lo mejor posible pero ser humildes! El problema es la soberbia, la arrogancia, la altivez, el orgullo, el egoísmo y la autosuficiencia. La Palabra de Dios enseña que justamente éstos fueron los problemas y pecados originales del querubín caído Lucifer, que se originaron en su corazón y en su mente al inicio de su rebelión en el cielo, como estudiamos en los primeros temas de este seminario. Vea Is. 14:11-14; Ez. 28:2, 17.

La soberbia llevó a Nabucodonosor a tratar con injusticia a sus súbditos. El rey llegó a ser un tirano, oprimiéndolos con imposiciones dictatoriales. El resultado era “obediencia por terror” y no por lealtad. La Biblia revela que acerca de Nabucodonosor: “todos los pueblos, naciones y lenguas temblaban y temían delante de él. A quien quería mataba, y a quién quería daba vida; engrandecía a quien quería, y a quien quería humillaba.” Dan. 5:19.

Recuerde su imposición dictatorial del capítulo anterior, cuando obligó a todos sus súbditos, bajo amenaza de muerte, adorar su estatua de oro. Dan. 3.

La soberbia y el orgullo hacen que el ser humano se olvide de la dependencia de Dios. Además crea sentimientos negativos y de superioridad hacia los demás. Y finalmente ocurrió:

“Cuando su corazón se ensorbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria. Y fue echado de entre los hijos de los hombres, y su mente se hizo semejante a la de las bestias, y con los asnos monteses fue su morada. Hierba le hicieron comer como a buey, y su cuerpo fue mojado con el rocío del cielo, hasta que reconoció que el Altísimo Dios tiene dominio sobre el reino de los hombres, y que pone sobre él al que le place.” Dan. 5:20, 21.
Nabucodonosor pierde el juicio

“Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere. En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves.” Dan. 4:31-33.

El rey había bajó a un reino mucho inferior al suyo. Descendió al reino animal. Como un buey a un “rebaño sin liderazgo de asnos monteses”. Dan. 5:21. El cabello del rey creció largo y enmarañado y tuvo la apariencia de plumas de águila. Las uñas de sus manos y pies crecieron y eran como garras de ave. ¡Qué tremenda humillación debe haber sido para el orgulloso gobernante mundial!
La Biblia explica claramente lo que pide el Señor de cada uno de nosotros. Y obviamente también de los gobernantes: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide el Señor de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.” Miqueas 6:8. Pero Nabucodonosor estaba en rebelión con Dios.
Jesús instruyó: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ello alcanzarán misericordia.” Mat. 5:7.
La Licantropía

Probablemente la enfermedad mental que sufría Nabucodonosor durante esos siete años era la “Licantropía”. El diccionario médico lo defina así: “Nombre dado al desarreglo mental de la persona que cree haberse convertido en animal y que imita sus gritos o aullidos, sus movimientos y hasta sus hábitos. El licántropo se imagina a veces que es un lobo, un perro o un gato; a veces hasta puede creerse un toro, como en el caso de Nabucodonosor.” (Dictionnaire des sciences médicales, par une société de médicins et de chirurgiens, Paris, 1818, vol. 29, pág.246). O “boantropía” = creerse buey.
Durante los siete años de la ausencia del rey probablemente su hijo reinaba en su lugar.

¿Pero por qué nadie atentó contra la vida de Nabucodonosor en esos siete años de locura?

La gente de Mesopotamia creía que todo mal es causado por los demonios. Creían que cualquiera que mataba a un poseído, el demonio de éste pasaba automáticamente a poseer al asesino. Probablemente fue esa la razón por la cual nadie atentó contra la vida del rey mientras que este estaba indefenso.

Sabemos que Daniel era un hombre de oración. Su costumbre era orar tres veces al día. Dan. 6:10. Encontramos sus profundas oraciones en varios capítulos de su libro. Vea Dan. 2:17-23; 9:4-19. Con seguridad Daniel oraba por Nabucodonosor, rogando a Dios la conversión del rey.

La conversión de Nabucodonosor

“Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades… En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida. Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia.” Dan. 4:34, 36, 37.

Pensamientos adicionales

”Mas al fin del tiempo” se puede traducir literalmente: “Mas al fin de los años”. Pues los siete tiemposrepresentaban siete años literales.

Nabucodonosor bendijo, glorificó y alabó a Dios. Le llama “el Altísimo” y vuelve a reconocer que únicamente el reino del Señor es eterno y para siempre. Es maravilloso enterarse que el rey volvió a aceptar la verdadera interpretación profética del sueño profético del capítulo dos. Recuerde Dan. 2:44.

Hay que reconocer el hecho que todo le fue devuelto al rey: su razón, la majestad de su reino, su dignidad y grandeza. ¡Y mayor fue su grandeza que la anterior! ¡Pues todas estas cosas no son malas! ¡Lo malo y negativo es el orgullo, la soberbia, arrogancia, altivez y autosuficiencia! Pero ahora Nabucodonosor estaba libre de esas actitudes pecaminosas y caminaba en humildad.

Antes la gente templaba y temía delante del rey. Posiblemente se mantenían alejados de él para no caer en alguna desgracia. Recuerde Dan. 5:19. Pero ahora sus gobernadores y consejeros le buscaron. El carácter del rey había cambiado maravillosamente.

Ahora entendemos porque Dios dice en varios lugares que Nabucodonosor es su siervo. Vea Jer. 25:9; 27:6; 43:10. Pues ese líder mundial finalmente se convirtió y llegó a ser un siervo de Dios.

Finalmente Nabucodonosor entendió la parte del sueño y de la interpretación que decía: “el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quién él quiere lo da… el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres… el cielo gobierna.” Dan. 4:17, 25, 26.

Recuerde que en el tema anterior estudiamos que Nabucodonosor había reconocido que fue Dios quién entregó a Judá y Jerusalén en sus manos. Vea también Dan. 1:2. Pues es Dios quién “quita reyes, y pone reyes.” Dan. 2:21. ¡Nabucodonosor experimentó este hecho en su propia experiencia pues fue Dios quien lo puso como rey, quien lo quitó como rey, y quien lo volvió a poner como rey! Dan. 5:18.

¡Dios no hace acepción de personas! El intenta salvar en lo posible a todos. Desde el más sencillo hasta el más poderoso rey de la tierra. Pero la vida de Nabucodonosor nos demuestra que hay una verdadera lucha por cada alma: Primero el rey reconoce a Dios (el sueño de la estatua de metales). Luego se opone a él (levantando su estatua de oro). Entonces vuelve a reconocerlo (mediante la salvación milagrosa del horno de fuego). Nuevamente lo rechaza (sumergiéndose en el orgullo y la autosuficiencia). Entonces enloquece. Finalmente lo vuelve a reconocer, se arrepiente y humilla y le acepta definitivamente.

Dios busca salvar a cuantos pudiera. Lo hizo en la antigua Babilonia literal y lo sigue haciendo en la Babilonia simbólica y espiritual del fin. Dios llama a salir de ella. Jer. 51:45; Ap. 18:4.
La soberbia, arrogancia, altivez, etc. es inútil. La única manera de obtener la victoria contra el orgullo en nuestras vidas es someternos a Dios en humildad, rechazando la autosuficiencia y reconociendo la soberanía de Dios. ¡Únicamente así seremos felices!

Nabucodonosor tuvo el mismo problema que Satanás en el cielo, Caín como primer representante de la serpiente antes del diluvio y Nimrod como primer representante de la serpiente después del diluvio. ¡Pero Nabucodonosor se arrepintió y salvo! Mientras que Satanás, Caín y Nimrod no se arrepintieron. Ellos se aferraron a toda costa a suvoluntad propia en rebelión contra su Creador, perdiéndose por siempre.

La intervención de Dios en nuestras vidas

Dios nos habla dos o tres veces en nuestras vidas; ya sea mediante un sueño o alguna situación difícil que permite, con el fin de salvarnos para su reino eterno. Dios interviene de alguna manera para que reconozcamos nuestra realidad, que somos pasajeros y mortales; y que sin Dios no somos nada. Lo hace por amor, tal como lo hizo en la vida del rey de Babilonia, permitiendo su locura temporal.

Job lo expresa así:

“Sin embargo, en una o en dos maneras habla Dios; Pero el hombre no entiende. Por sueño, en visión nocturna, cuando el sueño cae sobre los hombres, cuando se adormecen sobre el lecho. Entonces revela al oído de los hombres, y les señala su consejo, para quitar al hombre de su obra, y apartar del varón la soberbia. Detendrá su alma del sepulcro, y su vida de que perezca a espada. También sobre su cama es castigado con dolor fuerte en todos sus huesos, que le hace que su vida aborrezca el pan, y su alma la comida suave. Su carne desfallece, de manera que no se ve, y sus huesos, que antes no se veían, aparecen. Su alma se acerca al sepulcro, y su vida a los que causan la muerte… Orará a Dios, y éste le amará, y verá su faz con júbilo; Y restaurará al hombre su justicia… He aquí, todas estas cosas hace Dios dos y tres veces con el hombre, para apartar su alma del sepulcro, y para iluminarlo con la luz de los vivientes.” Job. 33:14-22, 26, 29, 30.

¡Humillémonos antes Dios, reconociendo Su soberanía y aceptando Su verdadera Palabra y profecía! ¡Adoremos y obedezcamos únicamente al verdadero Dios, Creador de los cielos y de la tierra! ¡Arrepintámonos de nuestros pecados y permitamos que Dios transforme nuestro mal carácter! Así Dios no tendrá que buscar una manera dolorosa para llegar a nuestra conciencia, tratando de salvarnos, y demostrándonos que tan solo somos polvo. ¡Pues sin El no somos nada!

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