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lunes, 3 de enero de 2011

EL REINO DE GRACIA Y EL REINO DE GLORIA

Por: Alexis Castellanos Escobar

Porque sol y escudo es el Señor Dios: Gracia y gloria dará el Señor; no quitará el bien a los que andan en integridad. Salmo 84: 11

Sobre esta fecha muchas reflexiones se hacen de navidad y fin de año. Remembranzas de momentos, instantes y personas. Época de regalos, luces, guirnaldas y afanes. Algunos en sus tradiciones humanas, se reúnen alrededor de un representativo pesebre tratando de evocar el momento del nacimiento del niño Jesús. Otros desempolvan el árbol navideño mientras planean encuentros con amigos y familiares. Comida, música y festejos inundan las calles. Pero realmente ¿Cuál fue el verdadero panorama de la primera venida de nuestro Señor Jesucristo?, ¿Quiénes lo esperaban?, ¿Por qué dice que a los suyos vino y los suyos no le conocieron? Por otro lado ¿Qué esperaba el pueblo judío y cuál era la idea de Mesías o Libertador en el cual estaba su confianza? ¿Por qué es pertinente hacernos estos interrogantes hoy en día?

Las profecías de Daniel señalaban el tiempo exacto del ministerio del Mesías, su ungimiento, su muerte, y su propósito estaban descritos en el cronograma de Dios. Profetas del antiguo testamento como Isaías y Zacarías anunciaban la llegada del Hijo del Altísimo y su trabajo a favor de la raza caída. Pocos comprendían la naturaleza de la misión de Cristo y cuando el Salvador nació era muy difundida la espera de un príncipe
poderoso que establecería su reino en Israel, y se presentaría a las naciones como libertador. Esperaban que Israel fuese librado de sus enemigos nacionales. Un reino terreno que sería regido con justicia y que daría al pueblo judío autonomía sobre el imperio romano. Gracias a la educación recibida por los líderes religiosos la falsa idea de un Mesías libertador del yugo terrenal estaba en el imaginario colectivo. La verdadera naturaleza y propósito de su reino, un reino de gracia, era traer paz y esperanza al mundo caído. Solo unos pocos vislumbraban la obra del Salvador; unos cuantos pastores, unos sabios extranjeros y dos ancianos en el templo.

En el caso de los pastores fueron gratamente sorprendidos por una serenata angélica que sacudió de luz las montañas de Belén. Su corazón fue lleno de gozo mientras velaban sus rebaños en los cerros de Palestina. Los pastores estaban hablando de las profecías que anunciaban el Mesías prometido y oraban por la venida del Rey. Fueron impresionados con la orden del ángel que les motivo a visitar el pesebre donde encontraron al niño Jesús envuelto en pañales.

Los magos de oriente eran realmente estudiosos de las profecías. A pesar de no ser judíos escudriñaban con pasión y paciencia la palabra profética en relación al advenimiento del Mesías. Anhelaban la llegada del reino de la gracia, un reino que tenía por ideal implantar en el ser humano el evangelio, la buena nueva de salvación. El reino de la gracia que

predicaba Jesús comienza en el corazón y debe tocar las fibras humanas por medio del poder el Espíritu Santo. Los magos vinieron al pesebre con humildad, llevando en sus manos el mejor presente, su corazón. Estuvieron prestos no solo a seguir por fe la estrella de Belén sino a ser impresionados por el Espíritu Santo. La tradición cristiana nos enseña que eran 3 (por la cantidad de obsequios: incienso, oro y mirra) que eran reyes y que sus nombres eran Melchor, Gaspar y Baltasar, pero no hay ningún registro bíblico que valide esta información como cierta.

Dos ancianos de Israel en el momento de la circuncisión del niño estuvieron atentos.Simeón y Ana fueron humildes estudiosos de las profecías mesiánicas. Estos dos fueron los únicos israelitas en el templo que corroboraron el cumplimiento de las profecías en su carne, viendo al Hijo de Dios humanizado, aún siendo un bebé de tan solo 8 días de nacido.

¿Qué hay en común en estos tres casos? Claramente el estudio humilde y sin pretensión de las profecías. Una actitud de perseverancia, de oración y de abnegación donde quién guía al conocimiento de la verdad es el Espíritu Santo. Donde nuestros deseos y anhelos se esconden tras Jesús y donde no hay espacio para la tradición o especulación. Permitieron que la Palabra de Dios hablara y señalara los acontecimientos sobre esta tierra.

Por su parte Juan Bautista primo de Jesús comenzó su ministerio profético anunciando la llegada del reino. El reino de Dios que pregonaba a viva voz era el reino de la gracia, de esperanza para el pecador, la única solución al problema cósmico del pecado. La gracia de Cristo y su mensaje que deben ser recibidos en el creyente antes de que llegue el reino de gloria. Cristo en repetidas ocasiones evidenció a sus seguidores y atentos oyentes las verdaderas características de este “reino”. En la cruz del Calvario quedo establecido el
reino de la gracia como cumplimiento de la promesa hecha a la pareja edénica. Antes de la corona debía venir la cruz.

El reino de gloria, es manifestado en la Escritura como un reino que no tendrá fin. Un reino donde el pecado será erradicado y donde solamente aquellos que se hayan sometido a la voluntad divina, muriendo al yo y tomando el ropaje de justicia ofrecido por Cristo serán partícipes de este reino. Apoyándose en Cristo y solo en Él encontramos salvación y somos partícipes de su gloria. En el reino de la gracia el cristiano halla la gloria
interior; más allá, en el reino de la gloria, hallará la gloria exterior. La esperanza para el verdadero cristiano se esconde en el segundo advenimiento del Mesías. Este reino de gloria es una promesa que aún aguardamos, su segundo advenimiento, pero esta vez como Rey de Reyes y Señor de Señores listo para dar a cada quien según sus obras.

Hoy muchos anhelan la llegada del reino de la gracia, otros desean que este reino permanezca para siempre y les permita seguir alimentado su pecaminosidad, viviendo en una falsa tranquilidad. En el mundo cristiano actual no se espera el reino de gloria, es algo difuso, inundados por la gracia, cualquier manifestación de juicio o reprensión es aborrecida. Los púlpitos actuales divorcian la gracia de la ley, la fe y las obras. Hoy tal 
como lo diría Salomón, quien apoyo su consejo en el Dios del cielo; la historia se repite. Elementos del pasado aparecen en nuestro contexto presente. El pueblo de Dios, su iglesia, aquellos profesos cristianos esperan el establecimiento de un reino de gracia y de amor, de paz y fraternidad para todos. Los líderes religiosos contemporáneos igual que los de antaño en Israel han diseminado la idea de un falso advenimiento. Interpretaban las profecías de acuerdo con sus deseos egoístas, viven una vida apartada de los caminos del
Señor.

La nota predominante de la predicación de Cristo era: "El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al evangelio." Así el mensaje evangélico, tal como lo daba el Salvador mismo, se basaba en las profecías. El "tiempo" que él declaraba cumplido, era el período dado a conocer a Daniel por el ángel Gabriel. "Setenta semanas -- dijo el ángel-- están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para
acabar la prevaricación, y concluir el pecado, y expiar la iniquidad; y para traer la justicia de los siglos, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos." Así como el mensaje del primer advenimiento de Cristo anunciaba el reino de su gracia, el mensaje de su segundo advenimiento anuncia el reino de su gloria. El segundo mensaje, como el primero, está basado en las profecías.

Los judíos interpretaron erróneamente y aplicaron mal la palabra de Dios, y no reconocieron el tiempo de su visitación. Esos años del ministerio de Cristo y sus apóstoles -los preciosos últimos años de gracia concedidos al pueblo escogido- los dedicaron a tramar la destrucción de los mensajeros del Señor. Las ambiciones terrenales los absorbieron, y el ofrecimiento del reino espiritual les fue hecho en vano. Así también hoy el reino de este mundo absorbe los pensamientos de los hombres, y no toman nota de las profecías que se cumplen rápidamente y de los indicios de que el reino de Dios llega presto.

Las iglesias de nuestro tiempo están buscando la grandeza mundana y están tan poco dispuestas a ver la luz de las profecías y a recibir la evidencia de su cumplimiento, que muestran que Cristo muy pronto vendrá, como los judíos con respecto a su primer advenimiento. Esperaban el reino temporal y triunfante del Mesías en Jerusalén. Los profesos cristianos de nuestra época esperan la prosperidad temporal de la iglesia, manifestada en la conversión del mundo, y el gozo del milenio temporal.

Es un llamado el que hace el Señor en su palabra a preparar nuestra vida para su segundo advenimiento y la instauración del reino de gloria. Es tiempo de afligir nuestros corazones, pedir perdón por nuestros pecados, y contar a todo el mundo este último mensaje de amonestación que hace Dios antes de la destrucción de esta tierra. Cada día que avanza es un día en el que se aproxima el regreso del Señor Jesucristo, un regreso visible, audible y solemne que impactará al planeta. Cada día es una oportunidad para poner nuestras vidas
por fe en el santuario celestial donde se celebra la obra del juicio, donde ministra nuestro Único Abogado Intercesor Jesucristo en quien tenemos salvación y redención eterna.

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